Padre Jorge Loring S.I
Segundo Domingo del Tiempo Ordinario - A
Jn 1:29-34
1.- En el Evangelio de hoy Juan Bautista da testimonio de Jesucristo.
2.- Todos debemos dar testimonio de Cristo, y esto de dos maneras: con la palabra
y con el ejemplo.
3.- Primero, con la palabra. En esto hay mucha negligencia, falta de interés.
Hablaba yo con un ingeniero sueco y le proponía que estudiase la Iglesia Católica
para que viera que era la única fundada por Cristo en San Pedro. Y él se me quejó
de que llevaba varios meses en España y ninguno de sus compañeros de trabajo le
había propuesto su conversión al catolicismo. Se ve que valoran poco su fe, me
decía.
4.- Todos podemos conocer casos similares. No preocupamos poco de hacer bien
espiritual a los demás. De la salud del cuerpo nos preocupamos mucho, y cuando
uno está mal todo el mundo le pregunta por su salud. Del alma, no.
5.- Otro caso. El otro día recibí una carta, en el CONSULTORIO ESPIRITUAL que
tengo en INTERNET, de una señora mejicana preocupada porque su padre, muy
mayor y viudo, estaba viviendo matrimonialmente con una mujer sin estar casado
con ella. Temía hablarle por miedo a un disgusto. Yo le contesté que era muy triste
que para evitar un disgusto dejara a su padre en el peligro de condenarse
eternamente.
6.- A veces, acercar a Cristo a una persona puede suponer sacrificios. ¡Pero merece
la pena! Hacerlo con caridad, prudencia, oportunidad; pero hacerlo.
7.- También, confesar a Cristo con las obras. Es triste la frase de Gandi: «Me gusta
Jesucristo, pero no me gustan los cristianos». Si Gandi se hubiera convertido,
probablemente, con él, la mayoría de la India que es el segundo país del mundo en
población, después de China.
8.- Es verdad que hay católicos ejemplares, que son un espléndido testimonio; pero
también es verdad que hay demasiados católicos ramplones, que no son ejemplo
para nadie. ¿En qué grupo estamos nosotros?
9.- Debemos ser luz. Si no podemos ser potente foco, seamos pequeña cerilla; pero
iluminemos al mundo con la luz del Evangelio.
10.- Recuerdo la bonita frase de Teresita González Quevedo, que murió antes de
tener veinte años y va camino de los altares: «Madre mía, que quien me mire te
vea».
11.-Cada uno, según sus circunstancias, debería aplicarse esta frase y procurar que
su vida ilumine al mundo con la luz del Evangelio.