XV Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo A (Año Impar)
Introducción a la semana
Dejábamos la semana pasada a Jacob (= “el suplantador”) robándole la
bendición paterna a su hermano. A pesar de todo, Dios hace alianza con él,
prometiéndole una tierra y una descendencia. Y, después de una misteriosa
escena de lucha física con él, le cambia el nombre: en adelante se llamará Israel
(= “fuerza de Dios”), símbolo de un destino nuevo, confirmado por una nueva
bendición que legitima la anterior. Los caminos de Dios con frecuencia nos
desconciertan y sólo se nos pide confianza total en su misericordia y su fidelidad.
El llamado “ciclo de los patriarcas” culmina con los relatos sobre la vida de José,
el hijo tan llorado por Jacob (desde que sus hermanos lo vendieron y lo hicieron
desaparecer). También aquí resplandecen los planes de Dios, que ha provisto al
futuro de su pueblo a través de este hijo ignorado, convertido ahora en el
bienhechor insospechado de los mismos que quisieron acabar con él. Escenas
maravillosamente narradas de una reconciliación definitiva, de una conversión
sincera de la que nunca se puede desesperar. La acogida providente de toda la
familia de Jacob en Egipto –inmigrantes en un país extraño- será el comienzo de
una larga y pacífica convivencia. Servirá también de puente entre el pasado
remoto de Israel y la epopeya del Éxodo, referencia decisiva en la historia del
pueblo elegido (cuando aquella convivencia se torne opresión y esclavitud).
Los fragmentos del evangelio de Mateo nos presentan a Jesús entregado al
ejercicio de la predicación, a la selección de sus colaboradores en esa tarea y a
la formación de los mismos para desempeñarla con la mayor fidelidad. Es una
palabra bienhechora y medicinal, signo de un corazón compasivo y de la
cercanía del Reino; es gratuita y portadora de paz, aunque suscitará odio y
persecución; es sagaz y sencilla, por el Espíritu que la inspira en los labios de
quien la profiere; es clamorosa y audaz, desprovista de miedo y fiada en la
providencia. Es, en fin, la del discípulo que se asemeja a la de su Maestro.
Fray Emilio García Álvarez
Convento de Santo Domingo. Caleruega (Burgos )
Con permiso de dominicos.org