El perdón de Dios no produce efectos colaterales negativos
Domingo 16 ordinario 011 A
Hoy Cristo nos sorprende con algunas de sus más significativas parábolas, con ese
lenguaje tan suyo propio y que van reflejando la actitud de Dios ante los hombres y
ante el mal que existe en el mundo. En esta ocasión refleja el amor del Padre que
tiene toda la paciencia del mundo, como el padre que sale cada día a esperar el
regreso del hijo que se ha ido a la aventura. Ahora es el ejemplo de un agricultor
que sembró buena semilla en sus campos, pero sus enemigos valiéndose de la
oscuridad de la noche, sembraron cizaña entre el trigo. Cuando aparecieron juntos
el trigo y la simiente, los sirvientes sorprendidos, fueron a contar al dueño lo
sucedido, proponiéndole cortar de inmediato la cizaña, pero el dueño que conocía
bien su propio oficio, ordenó prudentemente esperar hasta el tiempo de la cosecha
para separar el trigo de la cizaña, pues en ese momento el peligro era dañar las
plantas tiernas del trigo mientras se arrancaba la cizaña. ¡Qué sabia y prudente
decisión de aquél hombre! Con esto nos está dando la señal del proceder de
nuestro Dios que tiene todo el tiempo para esperar amorosamente a que el hombre
responda con amor al infinito amor que él nos ha tenido. Y contrasta su actitud con
la nuestra que por una parte desde nuestra propia condición queremos dividir a
rajatabla a los hombres en buenos y malos y quisiéramos acabar de una vez por
todas con éstos últimos, pues indudablemente nosotros nos colocamos atrás de la
raya de los buenos. Queremos hacer como los reyes antiguos, cuando llegaban a un
territorio conquistado, arrasaban con todo lo que encontraban a su paso, sin
importarles la condición de los inocentes, los niños y los ancianos. Era la condición
de revancha y de venganza con los vencidos. Esto no entra definitivamente en los
planes de Dios. A quienes trataron a Cristo con tanta impiedad y sin ninguna
misericordia, en lo alto de la cruz, Dios los hizo portadores de su perdón, de su
amor y de su misericordia. Esa fue la venganza de Dios.
Y nosotros, en nuestro diario actuar frente al mal que aqueja a nuestro mundo,
donde parece que la violencia, el crimen, la sangre, la infidelidad y la mentira son el
pan de cada día, no podemos entonces proceder con indiferencia ni mucho menos
con un insoportable a mí que me importa, ni mucho menos con indiferencia, ni
tampoco con una suspensión de nuestra responsabilidad, pretendiendo dejarlo
todo en manos de Dios, pues en cada uno de nosotros hay un fondo de maldad sí,
pero también un corazón que puede ser generoso, y un Espíritu de Dios que
impulsa nuestra acción para proceder silenciosamente, como el fermento en la
masa, con un compromiso serio, firme, continuado y profundo de colaborar al
nacimiento de una nueva humanidad donde los males que nos aquejan puedan ser
cosa del pasado, y la humanidad pueda convertirse no en un gran imperio de los
poderosos, de los sabios y de los astutos, sino un mundo en donde todos tengan la
oportunidad de vivir comiendo el pan y la sal que Dios dispuso para todos los
hombres Tendremos que ser como la humilde levadura que con una pequeña
cantidad puede fermentar toda la masa, con nuestro apretón de manos, con
nuestra sonrisa, con una visita al que va pasando mal momento, con un gesto de
solidaridad al que ya no encuentra la puerta.
Y finalmente, ser muy claros: cómo distribuya Dios sus dones al final de los
tiempos, no nos toca a nosotros conocerlo, sino comenzar a vivir ya como nos
indica el libro de la Sabiduría, que no por ser del Antiguo Testamento deja de ser
sabia: “Con todo esto has enseñado a tu pueblo que el justo debe ser humano, y
has llenado a tus hijos de una dulce esperanza, ya que al pecador le das tiempo
para que se arrepienta”.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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