DIOS ESTÁ DE NUESTRA PARTE
(DOMINGO XIX T.O. Ciclo A)
7 agosto 2005
"Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la
barca y se adelantaran a la otra orilla mientras él despedía a la gente... la barca
iba... sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada, se les
acercó Jesús andando sobre el agua... Jesús les dijo en seguida: ¡Ánimo, soy yo, no
tengáis miedo! Pedro contestó: Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando
sobre el agua... al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y
gritó: Señor, sálvame. En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Qué
poca fe! ¿Por qué has dudado? En cuanto subieron a la barca, amainó el viento..."
(Mt 14,22-33)
Dificultades experimentadas con fuerza por los discípulos... y el desánimo
consecuente. Presencia tranquilizadora de Jesús, asegurando a los suyos que Él
está vigilante a su lado. Por eso, "¡ánimo, soy yo, no tengáis miedo!"
Este sería el resumen del contenido del evangelio que la Iglesia nos propone este
domingo. Mensaje que, hoy, nos viene como anillo al dedo. Porque estamos
atravesando momentos difíciles los cristianos. Momentos que, también para
nosotros, encierran el lógico peligro del desánimo y del abandono. Se nos están
imponiendo leyes que van contra la naturaleza. Y la nuestra es una cultura en que
predomina como característica propia la ausencia de Dios. Hemos asistido
recientemente a otra manifestación irracional del terrorismo... Y la nuestra es una
reacción de dolor, soledad e impotencia en las víctimas; de perplejidad en los
testigos; y de dureza y cerrazón incomprensible en los agentes.
El evangelio de hoy nos recuerda que, para nosotros, todo menos el desaliento.
"¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!" Dios está de nuestra parte. Y el final de
nuestra historia no es el fracaso de unos valores, que, por otra parte, son los únicos
capaces de explicar, de renovar y de salvar al hombre y al mundo entero. Todo esto
lo presenta el evangelio como una victoria de Jesús sobre las aguas. Es un tema
muy importante para la mentalidad judía. La Biblia nos presenta la obra de la
creación como un combate entre Dios y las aguas... hasta que el poder creador de
Dios se impone a ellas y a los monstruos del mal que contenían. Incluso la historia
de la salvación aparece como una victoria de Yahvé sobre las aguas: Mar Rojo...
Contemplar la victoria de Jesús sobre las aguas es la manifestación de la
reanudación de la obra de la creación, su plena realización. Dios, en Jesús, está en
medio de nosotros completando su obra salvadora.
Nuestra misión consiste en destruir en el mundo el influjo del pecado en todos los
terrenos en que se manifieste. Con la convicción de que es posible. Más, es seguro:
el final, el bien (los valores del Evangelio) acabará por imponerse. Porque, si somos
sinceros, tendremos que reconocer que mucha ausencia de Dios entre nosotros se
debe a nosotros mismos y no sólo a los demás: legisladores, terroristas...
Que seamos, por ello, capaces de vivir la posibilidad ofrecida por Cristo y de
extenderla entre todos los demás.
Miguel Esparza Fernández