Comunión con Dios para poder conocerlo
13/07/2011
Evangelio
Del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-27
En aquel tiempo, Jesús exclamó: «¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has
revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.
El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el
Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar». Palabra del Señor.
Oración introductoria
¡Ven Espíritu Santo! De rodillas y con toda humildad te pido ilumines mi mente y
fortalezcas mi voluntad para saber escucharte en esta oración.
Petición
Jesucristo, haz mi corazón sencillo, abierto siempre a tu amor.
Meditación
«Comencemos por esta última frase, a partir de la cual se esclarece el conjunto.
Sólo el Hijo “conoce” realmente al Padre: el conocer comporta siempre de algún
modo la igualdad. “Si el ojo no fuera como el sol, no podría reconocer el sol”, ha
escrito Goethe comentando unas palabras de Plotino. Todo proceso cognoscitivo
encierra de algún modo un proceso de equiparación, una especie de unificación
interna de quien conoce con lo conocido, que varía según el nivel ontológico del
sujeto que conoce y del objeto conocido. Conocer realmente a Dios exige como
condición previa la comunión con Dios, más aún, la unidad ontológica con Dios. Así,
en su oración de alabanza, el Señor dice lo mismo que leemos en las palabras
finales del Prólogo de Juan, ya comentadas otras veces: “A Dios nadie lo ha visto
jamás. El Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”
(1,18). Estas palabras fundamentales como se muestra ahora son la explicación
de lo que se desprende de la oración de Jesús, de su diálogo filial. Al mismo tiempo,
queda claro qué es “el Hijo”, lo que significa esta expresión: significa perfecta
comunión en el conocer, que es a la vez perfecta comunión en el ser. La unidad del
conocer sólo es posible porque hay unidad en el ser» (Benedicto XVI, Jesús de
Nazaret, primera parte, p. 135).
Reflexión apostólica
«Los miembros del Regnum Christi ofrecen cada semana, como homenaje de fe y
amor a Cristo Eucaristía, una hora de adoración eucarística, de preferencia el
jueves, en recuerdo de la institución del Santo Sacramento y para acompañar a
Cristo en la hora suprema de su agonía en Getsemaní. La hora eucarística es una
oportunidad para el diálogo personal con Cristo, para conocerlo y amarlo más
íntimamente, desagraviarle por los propios pecados y por los de los demás
hombres, agradecerle su testimonio de entrega y amor, ofrecerle los propios
esfuerzos en favor de su Reino, y pedirle por las necesidades de la Iglesia, de la
propia familia, del mundo y de uno mismo» (Manual del miembro del
Movimiento Regnum Christi , n. 253).
Propósito
Incluir en mis actividades de mañana, jueves, el participar en la adoración
eucarística.
Diálogo con Cristo
Cristo Eucaristía, quiero contemplarte para conocerte cada vez más. Permite que
pueda seguir el ejemplo de tu Madre santísima que supo, con gran sencillez y fe,
darte el lugar que te correspondía en su vida y en su familia.
«Recuerda que no eres protagonista en esta misión sino sólo un instrumento;
recuerda que Dios es el anhelo de toda alma y a Él sólo le poseen los humildes y
sencillos de corazón »
( Cristo al centro, n. 1624).