EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Jueves de la XV Semana del Tiempo Ordinario
Libro del Exodo 3,13-20.
Moisés dijo a Dios: "Si me presento ante los israelitas y les digo que el Dios de sus
padres me envió a ellos, me preguntarán cuál es su nombre. Y entonces, ¿qué les
responderé?".
Dios dijo a Moisés: "Yo soy el que soy". Luego añadió: "Tú hablarás así a los
israelitas: "Yo soy" me envió a ustedes".
Y continuó diciendo a Moisés: "Tu hablarás así a los israelitas: El Señor, el Dios de
sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, es el que me
envía. Este es mi nombre para siempre y así será invocado en todos los tiempos
futuros.
Ve a reunir a los ancianos de Israel y diles: El Señor, el Dios de sus padres, el Dios
de Abraham, de Isaac y de Jacob, se me apareció y me dijo: "Yo los he visitado y
he visto cómo los maltrataban los egipcios.
Por eso decidí librarlos de la opresión que sufren en Egipto, para llevarlos al país de
los cananeos, los hititas, los amorreos, los perizitas, los jivitas y los jebuseos, a una
tierra que mana leche y miel".
Ellos te escucharán, y tú irás a presentarte ante el rey de Egipto, junto con los
ancianos de Israel. Entonces le dirás: "El Señor, el Dios de los hebreos, vino a
nuestro encuentro. Y ahora tenemos que realizar una marcha de tres días por el
desierto, para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios".
Ya sé que el rey de Egipto no los dejará partir, si no es obligado por la fuerza.
Pero yo extenderé mi mano y castigaré a Egipto, realizando ante ellos toda clase de
prodigios. Así él los dejará partir,
Evangelio según San Mateo 11,28-30.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde
de corazón, y así encontrarán alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Beato Juan van Ruysbroeck (1293-1381), canónigo regular
Los siete peldaños de la escala espiritual, c. 4
«Cargad con mi yugo; llegad a ser mis discípulos»
Por la humildad vivimos con Dios y Dios vive con nosotros en una paz
verdadera; en ella se encuentra el fundamento vivo de la santidad. Se puede
comparar a una fuente de donde surgen cuatro ríos de virtudes y de vida eterna (cf
Gn 2,10)... El primer río que brota de un suelo realmente humilde es la
obediencia...; el oído se hace humilde para escuchar las palabras de verdad y de
vida que brotan de la sabiduría de Dios, mientras que las manos están siempre
dispuestas a cumplir su muy amada voluntad... Cristo, la Sabiduría de Dios, se ha
hecho pobre para que nosotros lleguemos a ser ricos (2Co 8,9), se ha convertido en
siervo para hacernos reinar, murió finalmente para darnos la vida... Para que
sepamos cómo saber y servir, nos dice: "Aprended de mí que soy manso y humilde
de corazón».
En efecto, la delicadeza es el segundo río de virtudes que brota del suelo de
la humildad. «Bienaventurado el manso, porque poseerá la tierra» (Mt 5,4), es
decir su alma y su cuerpo, están en paz. Pues en el hombre suave y humilde
descansa el Espíritu del Señor; y cuando nuestro espíritu se eleva y une con el
Espíritu de Dios, llevamos el yugo de Cristo, que es agradable y suave, y llevamos
su carga ligera...
De esta mansedumbre íntima brota un tercer río que consiste en vivirlo todo
con paciencia. Por la tribulación y el sufrimiento el Señor nos visita. Si recibimos
estos envíos con un corazón gozoso, viene Él mismo, ya que dijo por su profeta:
"Estoy con él en la tribulación: lo libraré y glorificaré» (Sal. 90,15)...
El cuarto y último río de vida humilde es el abandono de la propia voluntad y
de toda búsqueda personal. Este río toma su fuente en el sufrimiento llevado
pacientemente. El hombre humilde...renuncie a su propia voluntad y abandónese
espontáneamente en las manos de Dios. Llegando a ser una sola voluntad y una
sola libertad con la voluntad divina... Y este es el contenido mismo de la
humildad... La voluntad de Dios, que es la libertad, incluso, que nos quita el espíritu
de temor y nos hace libres, liberados y vacíos de nosotros mismos... Dios nos da,
entonces, el Espíritu de los elegidos que nos hace gritar con el Hijo: «Abba, Padre»
(Rm 8,15).
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