XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Sb 12, 13.16-19; Rm 8, 26-27; Mt 13, 24-43
Otra parábola les propuso, diciendo: “El Reino de los Cielos es semejante a un
hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía,
vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo y se fue. Cuando brotó la
hierba, y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo
se acercaron a decirle: „Seor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cmo
es que tiene cizaa?‟ Él les contest: „Algún enemigo ha hecho esto.‟ Dícenle los
siervos: „¿Quieres pues que vayamos a recogerla?‟ Díceles: „No, no sea que al
recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos
hasta la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas
para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero‟ ”. Otra parábola les propuso: “El
Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo
sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero
cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que
las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas”. Les dijo otra parábola: “El Reino
de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres
medidas de harina, hasta que ferment todo”. Todo esto dijo Jesús en parábolas a
la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese lo dicho por el
profeta: Abriré con parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la
creación del mundo. Entonces despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le
acercaron sus discípulos diciendo: “Explícanos la parábola de la cizaa del campo”.
El respondi: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es
el mundo, la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del
Maligno; el enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo, y los
segadores son los ángeles. De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se
la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus
ángeles que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de
iniquidad y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de
dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que
tenga oídos que oiga”.
En el evangelio de este domingo, Jesús anuncia el reino de Dios en otras tres
parábolas, y a través de ellas nuevamente nos hace ver que para anunciar el Reino
sólo se puede hablar en imágenes, en parábolas. El Papa Benedicto XVI nos dice al
respecto: este Evangelio insiste también en el “método” de la predicacin de
Jesús, es decir, justamente, en el uso de las parábolas. “¿Por qué les hablas en
parábolas?”, preguntan los discípulos (Mt 13,10). Y Jesús responde poniendo una
distinción entre ellos y la multitud: a los discípulos, es decir a los que ya se han
decidido por Él, les puede hablar del Reino de Dios abiertamente, en cambio a los
demás debe anunciarlo en parábolas, para estimular precisamente la decisión, la
conversión del corazón; las parábolas, de hecho, por su naturaleza requieren un
esfuerzo de interpretacin, interpelan a la inteligencia pero también a la libertad
(Benedicto XVI; Ángelus, 10 de julio de 2011).
La primera lectura nos hace presente el amor de Dios a los hombres que ha creado,
tema constante en el Antiguo Testamento, porque toda la Historia de la salvación
es anuncio de este amor misericordioso de Dios para con nosotros, de
acontecimientos en los que Dios conduce al pueblo de Israel. El texto del libro de la
Sabiduría medita sobre la justicia de Dios cuando nos dice: «...Tú juzgas con
indulgencia...». La justicia de Dios a través de la historia se muestra totalmente
distinta de la justicia de los hombres, muy distinta de la justicia del mundo. Porque
en el origen de la justicia de Dios está su misericordia y paciencia, Dios tiene su
propio tiempo. Sólo Dios que lo ha creado todo y del que nadie puede escapar, es
capaz de tener paciencia y juzgar indulgentemente, por eso nos dice el texto:
«...Has dado a tus hijos una maravillosa esperanza: que a los que han pecado les
concedes la conversión...».
En el evangelio San Mateo presenta las tres imágenes que propone Jesús sobre el
crecimiento del reino de Dios en este mundo. El evangelista omite la parábola de la
semilla que crece en secreto y en su lugar pone la parábola de la cizaña. La cizaña
es una maleza que tiene cierto parecido con el trigo. Jesús, en la explicación,
expresa un hecho importante: el reino tiene una fase o dimensión escatológica, es
decir, existe un juicio, un premio eterno y un castigo, también eterno. Tener en
cuenta esto es parte de nuestra realidad. No caben indiferencias: existe el cielo y el
infierno para los que acepten o rechacen el Reino. También es importante porque
coloca en su sitio la misión de Jesús que no venía a establecer un reino temporal,
terrenal, sino a manifestar que el Reino de los cielos, la plenitud está más allá de la
temporalidad de esta vida.
Al respecto san Agustín nos dice: Se puede preguntar: ¿por qué no dijo el
Señor: haced un solo haz, y un solo montón con la cizaña? Sin duda para significar
que había muchas clases de herejes, que estaban separados no sólo del trigo, sino
también unos de otros () No serán quemados hasta el fin de los tiempos, pero
quedarán atados en manojos. Pero si esto se verificase en seguida, no habría
muchos que hicieran penitencia y reconocieran su error, y volviesen a la Iglesia. Por
esta razón no se formarán los manojos hasta el fin, con objeto de que no sean
castigados sin orden alguno, sino que lo será cada uno conforme a su
perversidad. (San Agustín, De quest. Evang. ex Mat.).
Con respecto a la parábola de la semilla de mostaza, podemos decir que la semilla
de mostaza, debía ser proverbialmente pequeña, pero no es la más pequeña de las
semillas ni su árbol resulta notablemente grande. Lo importante en la parábola es
el contraste, la parábola significa la llegada del reino a partir de unos comienzos tan
insignificantes que difícilmente pueden ser advertidos. Este comienzo humilde del
reino en Jesús era un escándalo para los judíos y hasta para los mismos discípulos
quienes humanamente consideraban que el Mesías esperado y el Reino anunciado
serían similares a los reinados terrenales.
El Papa Benedicto XVI nos dice al respecto: el Seor ha resumido las diversas
parábolas sobre las semillas y desvelado su pleno significado: Les aseguro que si el
grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho
fruto (Jn. 12, 24). Él mismo es el grano de trigo que cae en tierra y muere para dar
fruto. En la cruz se descifran las parábolas. Las parábolas hablan de manera
escondida del misterio de la cruz; ellas mismas forman parte del misterio de la
cruz. Pues, precisamente porque dejan traslucir el misterio divino de Jesús, las
parábolas suscitan contradicción. En las parábolas, Jesús no es sólo el sembrador
sino que es la semilla que cae en la tierra para morir y así dar fruto (Joseph
Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, 1ª Parte, Planeta, 2007, 233-234).
La parábola de la levadura responde al mismo esquema que las del sembrador y del
grano de mostaza, ilustrando el crecimiento irresistible del reino a partir de unos
comienzos pequeños. La levadura, mencionada raramente en el Nuevo Testamento,
se usa en este pasaje como figura de algo bueno, de aquello que puede florecer o
crecer para un bien. Al respecto san Juan Crisóstomo en su Homilía 46, 2-3, nos
dice: “la levadura se esconde en la masa, cuando se hace el empaste, pero no se
pierde, pues estando en la masa comunica su fuerza; es lo que realiza la
predicacin de manera análoga, en los hombres que la acogen. () Los discípulos
van como la levadura en la masa por la predicación, anuncio del reino y por la
propia vida que testifica y hace presente al hombre nuevo: “para que los hombres
viendo vuestras buenas obras den gloria a vuestro Padre del cielo”. (San Juan
Crisóstomo, Homilía 46, 2-3).
Estemos vigilantes y no adormilados, para que el maligno no siembre cizaña en
nuestra vida. Estamos vigilantes si escuchamos la voz del Hijo de Dios que es la
Palabra de vida.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar