4º Domingo de Cuaresma - B
Evangelio de la Misa: Jn 3,14-21 Esperanza cristiana
Luminosas y esclarecedoras palabras las que se ofrecen a la reflexión de
los cristianos. Cristo es presentado como quien vino a salvar lo que estaba
perdido, y además a que no perezca ninguno que humilde y sinceramente acepte
la fe en el Hijo del Hombre. El no ha venido a condenar a nadie, sino a salvar al
mundo y ofrecerle la vida eterna.
Es, pues, un mensaje cargado de alegría y optimismo, como la Iglesia
procura siempre transmitir a lo largo de la historia. Otras interpretaciones
pesimistas o condenatorias de lo humano y de lo terreno son ajenas al mensaje
cristiano de todos los tiempos.
(Hoy puede leerse el pasaje evangélico del Ciego de nacimiento, ciclo A)
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Señor, que te mostraste como nuestro Salvador y con un mensaje henchido
de esperanza y alegría. Me encanta escuchar y meditar estas palabras:
“Tanto amó Dios la mundo, que entregó a su propio Hijo, para que no
perezca ninguno de los que creen en El, sino que tengan vida eterna”.
“Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenarlo,
sino para que el mundo se salve por El”.
Me hablas, Señor, de perdón, de vida, de salvación, de entrega, de fe.
Palabras que me infunden paz, sosiego, optimismo y esperanza.
No puedo por menos de sentirme agradecido por tus palabras,
y por ese panorama que me abres para mi vida de cristiano,
que quiere santificarse y vivir como hijo de Dios.
A la vez que yo quiero vivir esta vida divina de tu gracia y de tu amor,
y con ese optimismo cristiano, te pido que sepa testimoniarlo
en mis relaciones con los demás,
y que todos los cristianos proclamemos a todos los vientos
que la Iglesia es fuente de vida, camino de paz y concordia, hogar de amor
y familiaridad, escuela de optimismo y alegría, de justicia y santidad.
Sin duda hay algunos cristianos embargados por la pena, el pesimismo,
la crítica amarga, y la desesperación por falta de fe auténtica,
y de sentido humano y sobrenatural.
Señor, que seamos todos sensatos y humildes,
prudentes y “avispados” para no caer en esas tentaciones.
Al contrario, que siempre me deje guiar por la fe y el amor de Dios,
y nunca me falte el sentido sobrenatural de la vida.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez