Viernes Santo - B
Evangelio: Pasión y Muerte de Jesús: Jn 18,1-19,42
En este día es la lectura de la Pasión y Muerte de Jesús, y la
adoración de la Cruz, lo que acapara y centra la atención en la Celebración
litúrgica. El hecho de que no se celebre la Eucaristía (único día del año)
configura la participación en los OFICIOS DE LA MUERTE DEL SEÑOR,
limitándola al recuerdo y meditación de los sucesos de la Pasión y Muerte de
Cristo, y, arrodillados ante la Cruz en la que Cristo muere, contemplarla y
adorarla con piedad y devoción.
Cristo, muerto en la Cruz, abre una página muy trágica para la historia, y
que nos define a los humanos, pero a la vez se hace icono lumino que ayuda a
entender mejor a Dios y su mensaje liberador de gracia, perdón y amor.
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Quiero, Señor, acompañarte en este día a lo largo de tu Pasión, para aprender
de Ti
y de los que intervienen de una u otra forma en tu Muerte en la Cruz.
Por supuesto Tú eres el protagonista, y el modelo a seguir,
pero también puedo aprender de las otras personas que te acompañaron,
de quienes te traicionaron, te despreciaron y condenaron, para que no repita sus
errores
y pecados; y sobre todo de los pocos que se mantuvieron fieles, a tu lado,
en la Via dolorosa y en el Calvario, para que su valentía y fortaleza,
y su entereza humana, me animen y estimulen a llevar la cruz de cada día
como Tú,
y en unión contigo, con decisión y alegría, con garbo humano y sobrenatural.
Me apena el comportamiento de Judas, no tanto porque te traicionó,
cuanto porque no fue humilde y sincero para arrepentirse.
¡Por supuesto le hubieras perdonado, si hubiese pedido perdón!
Me conmueve, y alecciona sobremanera, Pedro, primero timorato y cobarde
-¡quizá la imprudencia le traicionó!- pero luego, sincero y valiente,
reconoció su debilidad y su pecado, se arrepintió y pidió perdón,
y pudo volver a gozar de tu dulce mirada.
¡Qué gran lección para mi vida, Señor, me da Pedro! ¡Que nunca la olvide!
Me remueve y preocupa la postura de Pilatos: Intentó, en vano, descubrir la
Verdad,
procuró –equivocadamente– hacer el bien, contemporizar con todos,
agradar en todo momento y a cualquier precio, y por supuesto liberarte,
pero le pudo su ambición, su materialismo cobarde y asesino.
Me sitúo, Señor, junto a la Cruz, al lado de tu Madre y el discípulo amado, Juan.
Como ellos quiero actuar siempre, y sobre todo en unión con ellos deseo actuar
en todo momento, pues, no en vano, allí escribiste parte de tu testamento
con aquellas maravillosas y reconfortantes palabras, que no quiero olvidar.
Como Juan, acojo a tu Madre en mi corazón, para sentirme hijo suyo,
y como la Madre quiero estar siempre al pie de la Cruz del deber de cada día
y del hermano que me necesite.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez