5º Domingo de Pascua - B
Evangelio de la Misa: Jn 15,1-8 Vida interior
Con la parábola, o el ejemplo de la vid, o cepa, y los sarmientos, o ramas,
Jesucristo explica algo tan importante como esencial, y a la vez tan sencillo
como reconfortante, para quien, guiado por la fe, intenta vivir el verdadero
amor de Dios, y dar realmente frutos de buenas obras, de justicia, de santidad y
de solidaridad, en la vida cristiana. Merece la pena “saborear” sus propias
palabras en la oración personal, para que se grave profundamente, en el
corazón y en la mente, la necesidad de la lucha ascética por vivir en gracia de
Dios, esto es unido a Cristo por el Amor de Dios.
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Señor Jesús, gracias por la claridad de tus palabras y la exigencia gozosa
y esperanzada de tus propuestas de santidad y vida, de fecundidad y
apostolado.
“Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador”.
!Qué explicación más ilustrativa de lo que eres para nosotros,
y de lo que nos ofreces si vivimos unidos a Ti por la gracia santificante!
Ayúdame, Señor, a calar en estas ideas tan fundamentales
para entender tu Iglesia y vivir gozosamente mi pertenencia a Ella.
Te pido por todos los cristianos, para que no nos quedemos en la superficie
de la Iglesia, limitándonos a participar en ceremonias religiosas,
en colaborar en instituciones socio-religiosas, o de simple ayuda social.
Que esto sea, a lo sumo, consecuencia de mi vida interior,
de la espiritualidad profunda, del amor de Dios vivido y “sentido”
en el corazón y alimentado por la oración y los sacramentos.
Me pides, Señor, que viva unido a Ti, para poder dar frutos de caridad
y de apostolado. Te prometo no dejar ningún día mi oración personal
y mantener la “presencia de Dios” en mi corazón, para gozar de tu amor,
exigirme en tu amor, y hacer, en consecuencia, de este amor, o vida interior,
la fuente y el motivo de mi alegría, de mi responsabilidad personal y social
y de mi apostolado y testimonio cristiano en todos los ambientes.
Me dices que si no estoy unido a Ti, no puedo dar frutos de santidad
y apostolado, porque sin Ti no se puede hacer nada,
que verdaderamente “valga la pena”.
Que con mi testimonio y buen ejemplo colabore en la verdadera santidad
de la Iglesia, en el resurgimiento de santos laicos y religiosos,
hombres y mujeres, jóvenes y mayores, que en y desde su vida ordinaria,
de trabajo y familia, de diversión y vida social, se sientan unidos a Ti
y abiertos, generosa y felizmente, a los demás hombres y mujeres.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez