Santísima Trinidad - B
Evangelio de la Misa: Mat 28,16-20 Padre, Hijo y Espíritu Santo
Terminado el tiempo litúrgico de la Pascua del Señor, la Iglesia quiere
dedicar un día a honrar especialmente este misterio central y básico de nuestra
fe: la Santísima Trinidad. Desde la fe en este misterio podemos entender mejor
la realidad de la Encarnación y la Salvación de los hombres; y mirando a este
misterio descubrimos mejor la inmensa riqueza que la Iglesia pone en manos de
los creyentes, para que vivan más felices, seguros y comprometidos con el
verdadero Amor de Dios y la transformadora caridad cristiana
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Señor, que te nos muestras tan grandioso e inabarcable,
y al mismo tiempo tan cercano y asequible en el “misterio”
de la Santísima Trinidad, gracias por revelarnos esta realidad misteriosa,
pero tan grata y fecundamente santificadora.
Ya en el Bautismo me ofreciste la vida divina y me acogiste
como el mejor Padre, me introdujiste en la Iglesia como el amigo en su hogar,
y me diste tu bendición espiritual como fuerza transformadora
de una nueva existencia: la vida cristiana, la vida de Hijo de Dios.
Gracias, Señor, por el Sacramento del Bautismo.
Como un Padre, siempre cariñoso y perdonador, me abrazas en la Confesión,
y me acoges como un amigo, a la vez que me limpias y santificas
con tu Espíritu de paz, perdón y amor. Gracias, Señor,
por estar siempre dispuesto a acogerme y perdonarme
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
En la Santa Misa, Señor, siento tu voz paternal que me habla, aconseja
y orienta con tu Palabra Divina; pero también “percibo” tu amor redentor,
al hacerte presente en el pan y en el vino, como lo hiciste en la Ultima Cena,
y a ella me invitas cada día como el mejor amigo;
y al mismo tiempo que me siento envuelto de tu Santo Espíritu,
que alienta mis mejores sentimientos y propósitos de santidad y apostolado.
Quiero, Señor, vivir siempre acompañado y guiado por tu amor paternal,
animado y estimulado por tu cariño y confianza de amigo entrañable,
y fortalecido y espoleado por tu Espíritu Santo.
Que a la hora de la muerte me vea acompañado por tu amor paternal,
que no me falte la confianza de tu amistad, y que pueda sentir en mi alma
la paz, la alegría y la fortaleza espiritual de tu Amor.
En una palabra: que procure siempre vivir, y también morir,
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez