III Domingo Ordinario - B
Evangelio de la Misa: Mc 1,14-20 En el tiempo presente
Se comienza hoy la lectura y proclamación del Evangelio de San Marcos,
que continúa a lo largo del Tiempo Ordinario de este año o ciclo B.
Después de hablar de Juan Bautista y su encuentro con Jesús, a quien
también bautiza, el narración evangélica de Marcos introduce a Jesús en el
desierto. Todo ello como preparación para lo que va a considerar como el
ministerio público de Jesús en Galilea. Lo que Jesús pudo decir en sus comienzos
de predicación, el evangelista lo resume en este primer capítulo, que se va a ir
leyendo estos próximos domingos.
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¡Con que frescura y claridad, Señor, te presentaste públicamente
en tu tierra y entre tus paisanos y familiares!
Quiero “saborear” tus primeras palabras con las que invitabas
a tu seguimiento, para calar en ellas, y no olvidarlas jamás,
y así sentirme siempre interpelado por ellas: “El tiempo se ha cumplido,
y está cerca el reino de Dios; haced penitencia y creed en el Evangelio”.
Ciertamente, Señor, me considero en el tiempo oportuno,
en el “kairos” de tu salvacin, ya que es hoy y ahora cuando me tengo
que santificar; y es en mi lugar y con mis circunstancias vocacionales,
profesionales y sociales, donde tengo que amarte, y como me tengo
que santificar, y a la vez como tengo que ser apóstol cristiano
y ciudadano de tu Reino de amor y de gracia.
Que no caiga en la tentación de la “mística hojalatera” aorando
y ansiando otras realidades mejores, que “ojalá” se den,
pero que nunca se me van a ofrecer, ni tampoco sería necesario,
ya que claramente me enseñas que es en la realidad más inmediata
donde me tengo que santificar y donde tengo que ser apóstol.
Por eso hago míos estos consejos: “Propsito firme, lgica consecuencia:
en cada instante de cada día trataré de cumplir con generosidad la voluntad
de Dios” (Cam. 776). “No es otra la razn del malestar en el mundo.
Persevera en tu lugar, hijo mío; desde ahí ¡cuánto podrás trabajar
por el reinado efectivo de Nuestro Seor” (Cam. 832).
“Quietud. Paz. Vida intensa dentro de ti. Sin galopar, sin la locura
de cambiar de sitio, desde el lugar que en la vida
te corresponda, como una poderosa máquina de electricidad espiritual,
¡a cuántos darás luz y energía! … Sin perder tu vigor y tu luz” (Cam. 837).
Señor, que mi conversión no divague por utopías o deseos inalcanzables,
sino que se materialice en el arrepentimiento, hoy y ahora, de mis pecados,
y en la búsqueda de tu perdón en la Confesión frecuente,
y en la fidelidad a tu Evangelio, hecho vida en el pequeño deber
de cada momento, y en las circunstancias más triviales de mi existencia.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez