VII Domingo Ordinario - B
Evangelio de la Misa: Mc 2,1-12 La salud espiritual
Una vez más el Evangelio presenta a Jesús haciendo el milagro de curar a
un paralítico. Aunque con algunos detalles particulares, interesa destacar lo que
seguramente Jesús pretendió principalmente en esta ocasión: el milagro
espiritual del perdón de los pecados del enfermo.
Con ello la escena del doble milagro, material y espiritual, da pie para lo
importante: hablar del perdón y la misericordia divina, y de la necesidad de
contar con ello en la vida, pues eso es imprescindible para todos sus discípulos o
seguidores: entender esa doctrina del perdón y acudir frecuentemente a la
misericordia divina, pues lo necesitamos tanto como el comer.
_________________________________________
Gracias, Señor, por la lección que me das en el milagro del paralítico. Quiero
hacerme presente en la escena con aquellos “tantos que no
quedaba sitio ni a la puerta” para escucharte “la palabra que les proponías”.
Como público asistente a tus catequesis observo “a aquellos cuatro
que llegaron llevando un paralítico, que al no poder meterlo por el gentío,
levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús,
abrieron un boquete, y descolgaron la camilla con el paralítico”.
Te admiraste de aquella fe tan grande, que remueve pegas u obstáculos
con tal de conseguir el objetivo deseado: curar al enfermo querido.
Sin duda te conmovieron el corazón, y sobre todo te prepararon
el camino para cumplir tu misión: salvar espiritualmente al enfermo,
ofrecerle el perdón, tu gracia y tu amor. Yo también quiero escuchar
muchas veces, a través de tus ministros, esas palabras,
divinas y humanas: “Hijo, tus pecados quedan perdonados”.
Por supuesto la lección de vida es clara: te interesa la salud corporal
como todo lo noble y grande que los humanos tenemos y gozamos,
pero sobre todo te interesa la salud espiritual de las almas, de mi alma.
Por esto te pido, Señor, que sepa valorar y cuidar especialmente
mi salud espiritual: mi fe, el amor de Dios, la unión contigo,
los sentimientos de bondad, alegría y generosidad con todos.
Que para cuidar mi vida espiritual no abandone mi oración diaria;
que nunca olvide el alimento de tu Palabra, leída y meditada;
que cultive la piedad eucarística, la devoción mariana,
y mi formación doctrinal, religiosa y moral.
Que sepa buscar consejo y orientación en la dirección espiritual,
y en la Confesión frecuente.
Y como a todos obliga esta “campaña sanitaria”, que además
no me importen las dificultades a la hora de cumplir con el deber
de hacer apostolado, para que sean muchos, todos los hombres,
quienes disfruten de la salud espiritual: vivir en gracia de Dios.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez