XVI Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo A (Año Impar)
Lunes
“Creo en ti, Señor, pero aumenta mi fe”.
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro del Éxodo 14,5-18
En aquellos días, cuando comunicaron al rey de Egipto que el pueblo había
escapado, el Faraón y su corte cambiaron de parecer sobre el pueblo, y se
dijeron: «¿Qué hemos hecho? Hemos dejado marchar a nuestros esclavos
israelitas.»
Hizo preparar un carro y tomó consigo sus tropas: tomó seiscientos carros
escogidos y los demás carros de Egipto con sus correspondientes oficiales. El
Señor hizo que el Faraón se empeñase en perseguir a los israelitas, mientras
éstos saltan triunfantes. Los egipcios los persiguieron con caballos, carros y
jinetes, y les dieron alcance mientras acampaban en Fehirot, frente a Baal
Safón. Se acercaba el Faraón, los israelitas alzaron la vista y vieron a los
egipcios que avanzaban detrás de ellos y, muertos de miedo, gritaron al Señor.
Y dijeron a Moisés: «¿No había sepulcros en Egipto?, nos has traído a morir en el
desierto; ¿qué es lo que nos has hecho sacándonos de Egipto? ¿No te lo
decíamos en Egipto: "Déjanos en paz, y serviremos a los egipcios; más nos vale
servir a los egipcios que morir en el desierto"?»
Moisés respondió al pueblo: «No tengáis miedo; estad firmes, y veréis la victoria
que el Señor os va a conceder hoy: esos egipcios que estáis viendo hoy, no los
volveréis a ver jamás. El Señor peleará por vosotros; vosotros esperad en
silencio.»
El Señor dijo a Moisés: «¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que
se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y
divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto. Que yo
voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré
de gloria a costa del Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de los
guerreros. Sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de
gloria a costa del Faraón, de sus carros y de sus guerreros.»
Ex 15,1-2.3-4.5-6 R/. Cantaré al Señor, sublime es su victoria
Cantaré al Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré. R/.
El Señor es un guerrero,
su nombre es «El Señor».
Los carros del Faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes. R/.
Las olas los cubrieron,
bajaron hasta el fondo como piedras.
Tu diestra, Señor, es fuerte y terrible,
tu diestra, Señor, tritura al enemigo. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 12,38-42:
En aquel tiempo, algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús: «Maestro,
queremos ver un signo tuyo.»
Él les contestó: «Esta generación perversa y adúltera exige un signo; pero no se
le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás
en el vientre del cetáceo; pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre
en el seno de la tierra. Cuando juzguen a esta generación, los hombres de
Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la
predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás. Cuando juzguen a
esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque
ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón,
y aquí hay uno que es más que Salomón.»
II. Oramos con la Palabra
SEÑOR, tu palabra de vida está muy por encima de la de Jonás, que logró
convertir a los pecadores de Nínive. Y la sabiduría de Salomón, que asombró a
sus coetáneos, no es ni la sombra de la tuya. ¡Tú lo sabes todo, tú tienes
palabras de vida eterna! ¡Nadie hay tan grande como tú!
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 de
EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
“Nos has traído a morir en el desierto”
En el pasaje del Éxodo de hoy se nos relata algo que, de una manera u otra,
aparece en toda la historia de la salvación, también en los tiempos cristianos de
la Nueva Alianza. Las quejas de los seguidores de Yahvé al cumplir sus
indicaciones y verse, sin embargo, rodeados de algún peligro. Mejor no haber
hecho caso a Yahvé. Fue Yahvé, por mediación de Moisés, quien sacó al pueblo
judío, a su pueblo, del país de Egipto para liberarle de la esclavitud que padecía.
Sin embargo, ahora se encuentra en el peligro de ser aplastado y masacrado por
el potente ejército egipcio. Y claman contra el Seor. “Nos has traído a morir en
el desierto; ¿qué es lo que nos has hecho sacándonos de Egipto? Déjanos en paz
y serviremos a los egipcios”.
Los cristianos, en algunas encrucijadas de nuestra vida, presentamos ante Dios
quejas parecidas. El mismo Jesús, en el momento supremo de su muerte en
cruz, se quejó ante su Padre: “Dios mío, Dios mío! Por qué me has
abandonado?”. Pero sabemos que nuestro Padre Dios ni al pueblo judío en el
desierto, ni a los cristianos en nuestras andaduras, ni a su Hijo Jesús… nos
abandona. Está siempre con nosotros, también en los momentos de oscuridad y
desolacin… y aunque no siempre cumpla nuestros deseos, cumple siempre su
promesa de sacarnos de este desierto temporal y llevarnos al cielo nuevo y a la
tierra nueva donde gozaremos de la felicidad total.
“Queremos ver un milagro tuyo”
Los que no aceptan a Jesús, “un grupo de letrados y fariseos”, los que
pertenecen a “esta generacin perversa y adúltera”, piden a Jesús un milagro
suyo. Sospechamos que con el ánimo de creer en Jesús y todo lo que Él
proclama. Jesús, a través de lo que le sucedió a Jonás, alude al milagro de su
resurrección. Es la prueba clara de que Dios ha estado siempre con Él. Por eso lo
resucitó.
Este pasaje nos sitúa ante el misterio de la creencia y de la increencia. ¿Por qué
unos hombres ante el encuentro con Jesús, contemplado todo lo que hizo,
escuchando sus palabras… le rendimos gozosos y libremente nuestro corazn y
todo nuestro ser: “Seor mío y Dios mío!”. Y otras personas, contemplando lo
mismo que nosotros, no dan el paso de aceptar a Jesús, cumpliéndose aquello
de que “aunque un muerto resucite no creerán”. Un auténtico misterio. Nos
desborda y supera. Con profundo agradecimiento, desde lo hondo de nuestro
corazn, volvamos a decir a Jesús: “Creo en ti, Seor, pero aumenta mi fe”.
Fray Manuel Santos Sánchez
La Virgen del Camino
Con permiso de dominicos.org