XVI Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo A (Año Impar)
Martes
“Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto ”
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro del Éxodo 24,21-15,1
En aquellos días, Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar
durante toda la noche un fuerte viento del este, que secó el mar, y se dividieron
las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que
las aguas formaban muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en
su persecución, entrando tras ellos, en medio del mar, todos los caballos del
Faraón y los carros con sus guerreros. Mientras velaban al amanecer, miró el
Señor al campamento egipcio, desde la columna de fuego y nube, y sembró el
pánico en el campamento egipcio. Trabó las ruedas de sus carros y las hizo
avanzar pesadamente.
Y dijo Egipto: «Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra
Egipto.»
Dijo el Señor a Moisés: «Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas
sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes.»
Y extendió Moisés su mano sobre el mar; y al amanecer volvía el mar a su curso
de siempre. Los egipcios, huyendo, iban a su encuentro, y el Señor derribó a los
egipcios en medio del mar. Y volvieron las aguas y cubrieron los carros, los
jinetes y todo el ejército del Faraón, que lo había seguido por el mar. Ni uno solo
se salvó. Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar; las
aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda. Aquel día salvó el Señor a
Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del
mar. Israel vio la mano grande del Señor obrando contra los egipcios, y el
pueblo temió al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.
Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron un cántico al Señor.
Ex 15,8-9.10.12.17 R/. Cantaré al Señor, sublime es su victoria
Al soplo de tu nariz, se amontonaron las aguas,
las corrientes se alzaron como un dique,
las olas se cuajaron en el mar.
Decía el enemigo: «Los perseguiré y alcanzaré,
repartiré el botín, se saciará mi codicia,
empuñaré la espada, los agarrará mi mano.» R/.
Pero sopló tu aliento, y los cubrió el mar,
se hundieron como plomo en las aguas formidables.
Extendiste tu diestra: se los tragó la tierra. R/.
Introduces a tu pueblo
y lo plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 12,46-50:
En aquel tiempo, estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus
hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él.
Uno se lo avisó: «Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar
contigo.»
Pero él contestó al que le avisaba: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis
hermanos?»
Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis
hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano,
y mi hermana, y mi madre.»
II. Oramos con la Palabra
SEÑOR, tu Madre y tus primos estaban fuera y querían hablar contigo. Y a mí
me tienes a tu lado, escuchando tu palabra, que con tanta atención y entrega
acogió María en su corazón y fue siempre el norte de su vida. En eso quiero
imitar a la Madre, y pertenecer así a tu familia: cumplió la voluntad del Padre del
cielo.
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 de
EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
En las lecturas de este martes, la liturgia nos propone 2 textos bastantes
conocidos con una idea común: Dios actúa cuando le dejamos actuar. Si no le
dejamos, somos nosotros quien nos cerramos a la acción de Dios rechazando
cumplir su voluntad.
En la primera lectura encontramos el famoso c.14 del libro del Éxodo donde se
nos describe cómo Yavéh protegió a Israel cuando huía de Egipto haciendo que
se abriera el Mar Rojo: "Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor
contra Egipto", dicen los egipcios. Esta puede ser la afirmación fundamental de
este texto: los páganos (Egipto) han reconocido que Dios está con el pueblo de
Israel salvándolo. Yavéh tiene un único propósito: la felicidad de su pueblo. Para
ello, Dios camina con el pueblo cuando el pueblo quiere caminar con Él. Dios
habla a su pueblo cuando el pueblo quiere escucharle. Este es una ejemplo de
cómo Dios sale a nuestro encuentro cuando nosotros nos abrimos a ese
encuentro. Pero Yavéh no controla, fuerza a las personas y su libertad; su
función no es la de guardián, ni vigilante… Las acciones que realizamos las
personas son la puesta en práctica de opciones que hemos tomado. Dios, como
vemos en nuestra vida, respeta y colabora en nuestras decisiones, cuando le
dejamos colaborar.
En el Evangelio encontramos la paradigmática respuesta de Jesús respecto a su
madre y sus hermanos: “Mi Madre y mis hermanos son los que cumplen la
voluntad de mi Padre” El tema de voluntad de Dios es quicio en la espiritualidad
cristiana. Oímos muchas veces: “Esto es la voluntad de Dios para mi”. Pero
¿quién conoce el “querer de Dios”? Para conocer la voluntad de Dios, el Nuevo
Testamento nos ofrece una metodología a seguir: nosotros, seguidores de Jesús,
hemos de conocer la voluntad de Jesús para saber cuál es la voluntad de Dios.
Hemos de hacernos conforme a la voluntad de Jesús. Y esto es hacer la voluntad
del Padre. Por ello, el Nuevo Testamento nos habla que en la persona Jesús hay
dos vivencias que dan sentido a su vida y acción: el Absoluto de Dios y el Reino
de Dios. Esta es, pues, la voluntad de Dios para Jesús: que Él (Dios), y sólo Él
sea la razón de pensar, de vivir, de hablar y actuar de toda persona, para que de
esa manera se inaugure el Reino de Dios. Teniendo claro esto (que la voluntad
de Dios es la voluntad de Jesús y que nosotros somos seguidores de Jesús) cada
uno ve en cada momento de su vida como hace de Dios el Absoluto en y cómo
pone su propia vida al servicio de la realidad de Reino. Por ello, todo lo que se
encuentre fuera de este marco, no es voluntad de Dios… será voluntad propia,
del mundo, del superior, del jefe… o de quien sea… pero de Dios no. De ahí, la
sentencia clara de Jesús hoy en las lecturas, que no va en contra de su madre ni
de sus hermanos, sino que es una aclaración final a todo lo que había predicado
con anterioridad: Dios es Padre en el Reino.
Fray José Rafael Reyes González
Casa Santissima Trinità degli Spagnoli-Roma
Con permiso de dominicos.org