Domingo XVI del Tiempo Ordinario (A)
Padre Camilo Maccise, OCD
1. Ordinariamente estamos acostumbrados a ver el mundo en blanco y negro. A
dividirlo en buenos y malos. Claro, entre los buenos nos colocamos nosotros. Las
películas favorecen esta división, especialmente las policíacas en las que siempre
esperamos al final el triunfo de los buenos incluso a través de una violencia
"justificada". Pero, si somos realistas veremos que ninguno es completamente
bueno y que no hay ninguno completamente malo. Todos sembramos algo de trigo
y algo de cizaña. En cada uno está el trigo de la bondad, la comprensión, la
misericordia como también la cizaña de la envidia, el egoísmo, el desprecio a los
demás. Y esto que se da a nivel de individuos pasa y se vive a nivel de sociedad.
Por eso, se habla también de un pecado social que se expresa en las estructuras
que organizan la vida de las naciones y del mundo en general.
2. El evangelio de hoy nos da la auténtica visión de la realidad de las personas y de
las sociedades. En cada uno de nosotros hay un poco de trigo y un poco de cizaña.
Somos como el campo de la parábola. Esto no quiere decir que debamos
desinteresarnos del esfuerzo por combatir todo lo que hay de cizaña, pero hay que
hacerlo sin pretender acabar con ésta que estará presente hasta el final de nuestra
vida. Debemos preocuparnos, sí, por sembrar trigo y cultivarlo. De ese modo
pondremos nuestro grano de arena para la paz, la unidad, la justicia, el amor, la
solidaridad. La cizaña favorece la discordia, la envidia, la separación. Estaos
llamados a vencer el mal con el bien que hay en nosotros y colaborar a que esto
entre de alguna manera en la sociedad.
3. La conciencia de la mezcla de bien y mal en nosotros nos debe de hacer
comprensibles con los demás. Todos podemos fallar y de hecho fallamos. Con
relación a la sociedad no debemos desalentarnos por el triunfo aparente de la
cizaña. Su presencia genera también frutos de bondad, altruismo, entrega
generosa, toma de conciencia del sufrimiento de millones de personas. El bien y el
mal están mezclados como el trigo y la cizaña del campo y atraviesan nuestro
propio corazón y el de los demás. No olvidemos que Dios es el Señor de la historia
y que por caminos que no entendemos la va guiando hacia el triunfo definitivo del
bien, del trigo y la derrota total del mal, la cizaña. Lo importante es que con
esperanza activa tratemos de vencer el mal con el bien en nosotros y en la
sociedad.