Solemnidad del Corpus Christi (A)
Padre Camilo Maccise, OCD
1. Para vivir necesitamos alimento. Constatamos diariamente la muerte de millares
de personas por falta de comida. Lo mismo sucede para mantener la salud, crecer,
trabajar: tenemos necesidad de comer. A esa necesidad física hay que añadir una
similar en lo que se refiere a la vida espiritual. Por otro lado, no podemos caminar
por la vida con paz y seguridad si no experimentamos que somos amados, que
contamos con el apoyo y la solidaridad de otros. Muchas personas sufren por la
falta de afecto, de comunicación, de aceptación que las llena de resentimientos y
dificulta la reconciliación. Esto lo constatamos cada vez más en nuestro mundo
lleno de odios, divisiones, guerras.
2. Celebramos hoy la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, la de la eucaristía.
Jesús la instituyó precisamente para sostener nuestra vida espiritual y para hacer
posible la comunión entre nosotros, la capacidad de perdón, de reconciliación. Esto
lo hizo en la Última Cena: nos dio un mandamiento de amor, un ejemplo de amor y
un regalo de amor: la eucaristía. El mandamiento de amor lo expresó como
mandamiento nuevo porque deberíamos amarnos como él nos amó, hasta entregar
su vida por nosotros. Como sabía lo difícil que iba a ser en algunas ocasiones
ponerlo en práctica, nos dio un ejemplo de amor en toda su vida y lo expresó en el
acto de lavar los pies a los discípulos. Pero, sobre todo, nos dio un regalo de amor:
la eucaristía, que como alimento nos da fuerza para cumplir las exigencias de Jesús
y como unión con él facilita la reconciliación y el perdón.
3. Tratemos de comprender la eucaristía en este sentido profundo. Es un alimento
que nos da fuerza; que nos ayuda a crecer y madurar; a conservar la salud
espiritual. Al mismo tiempo nos hace conscientes de los problemas del hambre en
el mundo y nos impulsa a trabajar en lo que podemos para superarlos. La eucaristía
hecha de muchas uvas que se unen en un mismo líquido y de muchos granos de
trigo que se funden en una sola masa nos recuerda también la unidad que estamos
llamados a vivir. Pero, sobre todo, la unión con Cristo, que se ha quedado con
nosotros como amigo fiel, siempre disponible para escucharnos y ayudarnos a vivir
el precepto del amor, síntesis de toda la vida cristiana.