Domingo de Pentecostés (A)
Padre Camilo Maccise, OCD
1. Vivimos, trabajamos, pensamos porque respiramos el oxígeno que renueva
nuestra sangre. Y lo hacemos todos los días sin darnos cuenta de ello en forma
consciente. Algo semejante pasa en nuestra vida cristiana: los buenos
pensamientos, el bien que hacemos, el esfuerzo por seguir a Jesús se debe a que el
Espíritu Santo anima nuestra vida, es como el aire que respiramos. Sin él seríamos
incapaces de hacer algo bueno. Durante mucho tiempo el Espíritu Santo fue el gran
desconocido en la vida y la reflexión cristiana. Por eso, predominó en la Iglesia el
legalismo y olvidamos lo esencial que es el amor a Dios y al prójimo. La fiesta de
Pentecostés nos recuerda la importancia de vivir en forma consciente esa presencia
y acción del Espíritu en nuestras vidas.
2. En los escritos del Nuevo Testamento se nos presenta quién es y qué hace el
Espíritu en nuestras vidas. Él es quien nos transforma en hijos de Dios; quien nos
da la posibilidad de llamar a Dios Padre, con el diminutivo Abba. Es quien ora en
nosotros, Es la nueva ley escrita en nuestro corazón. El Espíritu nos da valentía y
audacia para vivir y testimoniar la Buena Noticia de salvación. Es el maestro que
nos va ayudando a penetrar y comprender el mensaje de Cristo. El Espíritu es como
el aire que respiramos: está cerca de nosotros, está con nosotros y está en
nosotros. Cada vez que somos capaces de hacer algo bueno, de superar
tentaciones, de perdonar, de mantenernos fieles a Jesús y a su seguimiento
podemos percibir la presencia del Espíritu en nuestra vida.
3. Tomemos conciencia de la presencia y de la acción del Espíritu. Él es quien
reparte en la Iglesia los carismas, es decir, dones que da gratuitamente para
servicio de los demás. Por eso, S. Pablo, habló de la Iglesia como un cuerpo con
muchos miembros, cada uno con diversa función para común utilidad. Al Espíritu lo
reconocemos por los frutos que produce en nosotros. Estos son especialmente tres:
amor, comunión y valentía. Donde hay amor podemos estar seguros de su
presencia y acción. Cuando vino el Espíritu sobre los discípulos el día de
Pentecostés surgió la Iglesia, la comunión entre los creyentes. Al mismo tiempo el
Espíritu comunicó fuerza y valor a los discípulos y los ayudó a superar el miedo y
los hizo capaces de anunciar el evangelio con valentía y confianza.