Domingo VI de Pascua (A)
Padre Camilo Maccise, OCD
1. Una de las enfermedades del mundo de hoy es la soledad. En una cultura cada
vez más urbana y sujeta a un ritmo de agitación casi no existe la posibilidad de
relaciones personales. En las grandes ciudades se vive el anonimato. En ciertos
ambientes las personas son un número. El ser humano, hecho para la relación,
experimenta con frecuencia un vacío existencial con la inseguridad que da el
aislamiento. Esto se acentúa cuando la necesidad impulsa a emigrar para salvar la
vida o para luchar por una vida mejor. La gente se siente desamparada, sin ningún
punto de referencia que haga experimentar protección y ayuda desinteresada. La
angustia domina a las personas y las conduce a depresiones, agresividad e incluso
al suicidio.
2. En el evangelio de hoy, Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, conocedor
de la necesidad que tiene el ser humano de amar y ser amado, de la compañía de
familiares y amigos con quienes compartir alegrías y tristezas, gozos y esperanzas,
al tener que abandonar este mundo comprende el sufrimiento de sus discípulos. Por
eso, les ofrece la garantía de que no los dejará desamparados, sino que volverá a
estar con ellos, de otra manera, pero no por eso menos real. Poco a poco irán
comprendiendo con la luz del Espíritu Santo, que Cristo está en el Padre y que los
creyentes estarán en Él y Él, Jesús, en los creyentes. No hay pues lugar para
dejarse dominar por la inseguridad, la angustia, el miedo, la soledad. Nunca
estamos solos. Dios está con nosotros y en nosotros.
3. Pocas veces pensamos en esta realidad consoladora: Dios nos acompaña en
todas las circunstancias y se hace presente a través de personas y acontecimientos.
Conscientes de la presencia de Dios en nosotros, a la luz de la fe, podemos dialogar
con Él en la oración. Si cada día dedicáramos unos minutos a practicarla
experimentaríamos la paz que da el saberse amado y acompañado por alguien que
nunca nos falla. Nuestra confianza en Dios iría creciendo hasta llegar a una
intimidad profunda que nos llevaría de descubrirlo en todas las circunstancias de la
vida. Al mismo tiempo esa experiencia nos abriría a relacionarnos con los demás y
a transmitirles la paz que nos da esa relación con Dios.
Camilo Maccise