Comentario al evangelio del Martes 19 de Julio del 2011
Queridos amigos y amigas:
El texto del Evangelio de hoy debería ocupar un lugar más importante. Es una de las claves que nos
permiten comprender lo que es el Reino de Dios. Es una clave que apunta a una radicalidad total. El
Reino rompe con todo lo que estamos acostumbrados. Con la forma como se ha estructurado la
sociedad humana desde el principio de nuestra historia. La persona humana, desde siempre, nace y se
desarrolla en el marco de una serie de relaciones: las relaciones de familia, las de amistad, las
culturales, las de pertenecer a la misma nación, las de hablar la misma lengua. Todas esas relaciones
son las que conforman la red humana a que pertenecemos, la red que nos permite sentirnos seguros.
Sin esa red nos sentimos perdidos.
Pero esa red de relaciones tiene, al lado de muchos aspectos positivos, otros negativos. El más señalado
entre ellos es que marca fronteras y diferencias. Es decir, lo mismo que nos pone en relación con los
cercanos (familia, amigos, gente de nuestro pueblo, lengua, religión o cultura) señala también fronteras
más allá de las cuales perdemos ese sentimiento de seguridad. El encuentro con el otro, el diferente,
nos asusta, nos aterroriza. Y ahí surge la violencia. Así lo que por una parte nos protege también puede
ser causa de nuestra perdición.
Jesús nos invita a dar un paso adelante. La verdadera relación, lo que efectivamente nos une, no es la
sangre, ni la cultura, ni la religión, ni el pasaporte. Lo que nos une de verdad es el hecho de ser hijos
del mismo Padre y cumplir su voluntad. Ese hecho crea una relación que es más fuerte que todas las
demás relaciones que hayamos podido crear con nuestra iniciativa e inteligencia. Jesús nos invita a
romper las fronteras, a saltar los muros y a reconocer la auténtica fraternidad que hermana. ¿Qué tal si
meditamos desde esta Evangelio nuestra relación, por ejemplo, con los inmigrantes?
CR