Comentario al evangelio del Jueves 21 de Julio del 2011
Queridos amigos y amigas:
Quienes han visto el Monte Sinaí dicen que es un monte abrasado, que “habla” de distintas maneras
según la luz del día.
Es el escenario impresionante en el que se sitúa el relato del Éxodo. Es la manifestación de la gloria de
Dios en forma de fuego. El texto dice que subía el humo como de un horno, y todo el monte
retemblaba con violencia. Mientras Moisés hablaba, Dios le respondía con el trueno. Fuego, humo,
trueno. ¡La escenografía es de película en cinemascope!
Esta impresionante manifestación de Dios contrasta con la que aparece en el libro primero de los
Reyes, capítulo 19, cuando Elías lo encuentra, no en el viento impetuoso o en el terremoto, sino en la
brisa suave.
Ambos registros son parábolas de Dios para acercarnos a su misterio: impresionante unas veces;
seductor otras. Dios es, como les gusta decir a los expertos en religión, un misterio “tremendo” y
“fascinante” a un tiempo.
Porque es tremendo experimentamos el sobrecogimiento que produce su fuerza.
Porque es fascinante nos sentimos delicadamente atrapados y seducidos, como quien cae en los lazos
del amor.
Estas historias bíblicas son parábolas para entender las experiencias de fuerza y de fascinación a través
de las cuales se nos sigue manifestando hoy el Señor. Como Jesús nos dice en el evangelio, se nos
habla en parábolas porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender.
CR