XVI Domingo Ordinario - B
Evangelio de la Misa: Mc 6,30-34 ¡Venid y descansad!
Los apóstoles han vuelto de su primera correría apostólica por aquellos
pueblos y aldeas de Palestina. Jesús los acoge con cariño y agradecimiento,
invitándoles al oportuno descanso. Los aparte de la gente, para estar a solas con
ellos. Bien se lo merecían, pues habían trabajado, y tendrían que seguir
haciéndolo en adelante.
Jesús quiere que no pierdan su amistad y se cercanía, es más, busca su
intimidad, pues de ello va a depender su perseverancia y la eficacia apostólica.
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Señor, Jesús, siento cierta envidia de aquellos apóstoles que tu elegiste.
Con ellos intimaste en amistad y vida interior o espiritual,
a ellos seguías con cariño, ofreciéndoles tu amor y tu verdad;
y de ellos recibiste la respuesta de su entrega valiente y generosa.
Sé que ahora estás conmigo,
y también me ofreces la misma amistad y cariño,
con las mejores lecciones de vida y santidad, de entrega y apostolado.
Que jamás me olvide o soslaye tu amistad, que valore profundamente
mi vida de piedad y de trato cariñoso y filial contigo.
Que tenga en el centro de mi jornada la oración eucarística
–la Santa Misa y la Comunión- , que no deje la oración personal y privada,
y que procure mantener tu presencia amorosa en mi corazón,
para que nunca pierda el sentido sobrenatural de mi trabajo y del apostolado.
Me gusta, Señor, saborear las palabras que hoy me recuerdas en el Evangelio:
“Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco”.
¡Tantas veces me las has dicho a mí!
Ciertamente en algunas ocasiones he preferido no darme por enterado,
y seguir mi capricho y comodidad, o mi parecer y egoísmo.
Por desgracia –o mejor, por favor tuyo– he sido consciente de los resultados:
soledad, desorientación, dudas, más cansancio e ineficacia.
Al contrario, ¡qué alegría y optimismo, qué satisfacción y ganas de luchar
y perseverar, cuando cuento contigo y soy fiel a la oración diaria,
a la participación en la Santa Misa, a la Confesión frecuente!
No quiero, Señor, andar y trabajar, gozar y sufrir,
ayudar y hacer apostolado como oveja sin pastor.
Quiero estar a tu lado, participar de tus pastos, sentarme a tu mesa,
escuchar tus llamadas, seguir tus silbidos y andar por tus sendas.
Esto mismo pido para toda la Iglesia, sacerdotes y laicos,
y para todos y cada uno de los cristianos.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez