XVII Domingo Ordinario - B
Evangelio de la Misa: Jn 6,1.15 Los panes y los peces
Durante cinco domingos consecutivos la Liturgia de la Palabra ofrece a
los cristianos la meditación y reflexión del capítulo seis de San Juan, el llamado
Discurso Eucarístico. Hoy se recuerda el suceso que motivó este largo discurso
de Jesucristo sobre la Eucaristía: el milagro de los panes y de los peces.
Jesús alimentó milagrosamente a las gentes que le seguían con unos
simples panes y unos pocos peces, y en esa comida se apoya para hablar del
alimento espiritual de la Eucaristía.
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Señor, Jesús, me admiran aquellas multitudes, que te seguían,
atraídas por tus enseñanzas, y sin duda también por tu persona, dispuestas
siempre a ayudar incluso con los milagros, si el momento era oportuno.
Al mismo tiempo disfruto de esa alegría y cariño,
que difundes en los que te escuchan, y te acompañan,
movidos por la fe, la humildad y la confianza filial.
También ahora te compadeces de las gentes, que se empeñan
en andar errantes y extraviados “como ovejas sin pastor”.
También ahora nos ofreces el alimento espiritual
de tu Palabra y de tu Cuerpo y Sangre Eucarísticos.
Que sepa, Señor, acogerte cada día, escuchar tus palabras,
aceptar tu invitación a la Mesa Eucarística, conmoverme con tu ejemplo
y responderte con mi santidad y testimonio apostólico,
en todos los lugares y ambientes sociales.
Aquellas gentes se percataron de tu poder divino,
y de tu gracia liberadora y omnipotente al contemplar el milagro:
con unos pocos panes y unos peces comieron muchas personas.
Su reacción es la propia:
“¡Este, sí que es el profeta que tenía que venir al mundo!”.
Lógicamente rechazaste los aplausos y el reconocimiento,
pues solo quieres la respuesta personal, callada pero comprometida,
de la fe y de la caridad en la vida ordinaria de cada día.
Que aprenda yo, Señor, también a valorar lo verdaderamente importante
en mi vida y en mi apostolado, y que actúe en consecuencia siempre.
Como aquellas gentes quiero participar de la alegría por el milagro,
que vieron y disfrutaron; y deseo testimoniarlo a los demás. En definitiva,
es la alegría y felicidad de quien vive a tu lado, mantiene tu amistad
y cuenta contigo. Es la alegría del creyente responsable, que confía
en tu Palabra y vive comprometido en el amor y la caridad cristiana.
Que todos los cristianos vivamos y difundamos esta alegría.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez