XXI Domingo Ordinario - B
Evangelio de la Misa: Jn 6,61-70 Adoración eucarística
El discurso o enseñanza eucarística ha terminado. Jesús ha abierto su
corazón con una verdad nuclear de su mensaje salvador: la Eucaristía, la
presencia de Cristo en el Pan y en el Vino, que se dan como alimento, y
permanecen junto a nosotros en el Sagrario, como la fuente más pura y feraz de
su amor y de su gracia.
No obstante, y a pesar de la mejor pedagogía divina y humana para que
todos entendieran esta doctrina, “muchos discípulos de Jesús al oírlo dijeron:
este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso?”. Pero Jesús se
reafirma en la dicho, y sigue ofreciendo, con su mensaje salvador, horizontes
insospechados de vida y santidad, de generosidad y entrega, como lo confirma
la propia historia del cristianismo.
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Gracias, Señor, por la Eucaristía. Gracias por tu insistencia
que te recibiéramos: “Os aseguro que si no coméis la carne
del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en Mí y Yo en él …
El que come de este pan vivirá para siempre”.
Una vez más entiendo por qué algunos cristianos llevan una vida cristiana
mediocre o dormida, una fe débil y titubeante, y una caridad bajo mínimos.
Les falta el alimento habitual, diario, vigoroso y reconstituyente.
Les falta la oración y la piedad eucarística.
No participan piadosa y activamente en la Santa Misa,
y no se alimentan con la Comunión frecuente.
No cuentan, ni disfrutan, con tu compañía y amistad,
la que nos ofreces desde el Sagrario.
Es verdad que también hoy, ante estas verdades de vida y salvación,
algunos cristianos se “echan para atrás”, o se encierran
en sus pequeñeces de ritos y ceremonias, o de mero cumplimiento
de fiestas y celebraciones religiosas,
sin “disfrutar” de la fe y de tu presencia, Señor, entre nosotros.
Una vez más oigo tus palabras intimidatorias :
“¿También vosotros queréis marcharos?”.
Yo quiero, Señor, contestarte cada día con las palabras de Pedro:
“Señor, ¿a quién iremos? Solo Tu tienes palabras de vida eterna,
nosotros creemos, y sabemos que Tu eres el Santo consagrado por Dios”.
Con todos los cristianos, que participan en la Santa Misa cada día
y comulgan piadosamente, y los que te acompañan junto al Sagrario,
quiero agradecerte, una vez más, este Sacramento de la Eucaristía.
Y con todos los cristianos del mundo entero quiero adorarte,
uniéndome a la multitud de procesiones y manifestaciones,
solemnes y públicas, de fe y de piedad; y te digo:
¡Viva Jesús Sacramentado! ¡Sea por siempre bendito y alabado!
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez