EN BUSCA DEL TESORO PERDIDO
Por Javier Leoz
Cuando seas grande, después de haber sido pequeño, no presumas de tus
tesoros. (Anónimo)
1.- La fe es una llave que nos proporciona el conocer y abrirnos a los tesoros de
Dios. Sin ella es imposible vender otros campos (lo material, lo aparente o lo
superficial) para quedarnos con lo esencial y verdaderamente valioso: el amor de
Dios. Desde lo más hondo de nuestras almas sentimos la presencia de Dios, pero
son tantos los obstáculos que salen a nuestro encuentro que, en muchas ocasiones,
ese sentimiento de lo divino queda en segundo o en tercer lugar. Siempre, y lo
tenemos que reconocer, es más fácil marcharnos o escaparnos en busca de lo que
reluce (aunque sea simplona hojalata) y dejar de lado aquello que no es tan
alucinante pero que resulta ser oro.
Hoy, más que nunca, vemos que el tesoro de la fe es joya escondida en el inmenso
campo de nuestra sociedad. Resulta arduo dar con él; nos quedamos en las cosas y
olvidamos las personas. Apostamos por las ideas y relegamos el lado humano de
los que las defienden. Nos asombramos por la grandeza del mundo y desertamos
de Aquel que lo creó para la perfección, disfrute y supervivencia humana: a Dios.
--¿Dónde hemos dejado a Cristo?
--¿En qué risco lo hemos olvidado?
--¿Es la familia un huerto en el que cultivamos la perla de la fe?
--¿Es la política una tierra en la que los católicos, cuando acceden a ella desde
distintas opciones, respetan e incluso valoran el tesoro de la fe?
--¿Es el corazón y nuestra vida misma un rincón en el que cuidamos con esmero
nuestra pasión por Cristo?
2.- Hay que comenzar desde abajo. Si hay cosecha es porque, previamente, ha
existido siembra, riega, poda, abono y esfuerzo. La fe, aun siendo una fortuna, nos
exige un trabajo de conocimiento y de transmisión. ¿Sirven de algo cruces o
imágenes en los montes o en las plazas si, luego, la vida de sus ciudadanos van en
dirección contraria a lo que esos símbolos significan? Desde luego, la simbología
cristiana, ha de ser más que pura estética. Mucho más que un decoro histórico o
cultural.
El tesoro de la fe no podemos sustentarlo exclusivamente en las formas o en las
tradiciones seculares heredadas. En cuántos momentos, sin percatarnos de ello o
incluso sabiéndolo, podemos caer en un paralelismo entre fe celebrada y fe vivida:
celebro festivamente a María, a los santos….en mil expresiones populares pero, a
continuación, la fe no cambia mi forma de pensar, vivir o actuar. Es cuando vemos
que, la fe, lejos de ser un tesoro, es moneda irrelevante y sin valor. Se queda en la
superficie, su manifestación, pero no ha llegado a calar en nuestro comportamiento
personal o comunitario.
¿Qué hacer para que, la fe, llegue a ser un tesoro apetitoso y recuperarla de
nuevo?
-No poner a las cosas, lo efímero , por encima de Dios. Volver a la lectura de su
Palabra.
-Vivir como cristianos implica no mirar hacia atrás (quemar o vender lo que
puede convertirse en huida)
-No vivir apegados (como el erizo en un acantilado marino) a nuestros caprichos
o religión a la carta
-Considerar el ser católico o cristiano, como una ganancia, un orgullo, una
oportunidad para ser diferentes y distanciarnos de muchos dictados de la sociedad.
3.- Ojala que, al meditar el evangelio de este domingo, nos preguntemos ¿qué
tengo que vender para salvaguardar el tesoro de Cristo? Cosas tan sencillas como
el egoísmo, la timidez como cristiano, el testimonio silenciado ante las gentes, la
vanidad, el mal carácter, la tacañería, las malas palabras, la falta de oración o de
comunión con la Iglesia……pueden servir para seguir cultivando el campo del gran
tesoro de nuestra fe en Jesús.
4.- ¿DÓNDE ESTÁS, SEÑOR?
Que me dicen que, hace un tiempo,
te sembraron en mi corazón…y no te encuentro
Que pregonan que, en el cielo te hallas,
y cuando levanto la vista no te alcanzo
Me repiten que, en los destrozos del mundo,
es donde especialmente sales a su lado
y…..no llego a percibir tu presencia.
¡Dónde estás, Señor!
¿Qué tengo que vender para poder comprarte?
¿Qué tengo que dejar para poder conseguirte?
¿Qué parte de mi hacienda he de regalar
para que, Tú, seas la definitiva riqueza y valor a mi vida?
¡NO ME CONTESTES, SEÑOR!
Mis ojos no te ven porque andan distraídos
Porque prefieren verse seducidos
por el gran capital que el mundo oferta
Mis manos disfrutan mucho más
cuando acarician los lingotes del oro del bienestar
de lo que cuenta y vale en la sociedad
del prestigio o del dinero
del buen nombre y buena vida…sin mínimo esfuerzo
¡NO ME CONTESTES, SEÑOR!
¡Demasiado bien sé donde se encuentra tu tesoro!
En el silencio,
que tanto hiere porque tanto me dice
En la humildad,
donde la pequeñez tanto me asusta
En la sinceridad,
que me convierte en diana de tantos dardos
Ayúdame, oh Cristo, a no perder el campo de tu tesoro:
La fe que es llave para poder amarte y descubrirte
El amor que es bono seguro que cotiza en el cielo
Mi perfección, para no convertirme en algo vulgar y solitario
¡NO ME CONTESTES, SEÑOR!
Soy yo, quien hoy más que nunca,
necesito buscarte por mí mismo
y ponerte en el lugar que te corresponde:
¡EN EL CENTRO DE MI TODO!
Amén