Domingo II de Pascua (A)
Padre Camilo Maccise, OCD
1. Uno de los anhelos más profundos del ser humano individual y socialmente es el
de la paz. Muchas veces se dice: estoy dispuesto a renunciar a muchas cosas con
tal de tener paz. Esta no consiste solamente en no tener tensiones o conflictos,
penetra a lo más íntimo de la persona y tiene su fundamento en Dios. Desde el
punto de vista social en el mundo de hoy se habla todo el tiempo de paz: la ONU
exhorta a la paz a las naciones en guerra; hay reuniones a nivel de jefes de Estado
que tienen diálogos de paz que después no se ponen en práctica; se crean guerras
para vender armas o para apoderarse de las riquezas de los países en vías de
desarrollo. Se predica una paz pero sin compromiso con la justicia y el respeto de la
dignidad humana. Juan Pablo II decía: "el nombre de la paz es hoy la justicia".
2. La Pascua de Cristo -su paso de la muerte a la vida- es fuente de todos los
bienes. En el evangelio de hoy Cristo nos ofrece su paz, que no es como la que da
el mundo, paz precaria, superficial, falsa. La paz que Jesús comunica se basa en la
justicia y en la fraternidad. Es fruto de la reconciliación. Por eso, Jesús envía a sus
discípulos a reconciliar: "a quienes les perdonen los pecados les quedan
perdonados". Es necesario el perdón mutuo y la reconciliación y Cristo resucitado
los hace posibles. Nos reconcilia con Dios y nos lleva a comprender que el
sacramento de la penitencia no es un rito privado de perdón. Tiene también una
dimensión social porque a través de la reconciliación con Dios impulsa a superar los
pecados personales y sociales para vivir la fraternidad.
3. La comunión con Dios es fuente de auténtica paz. Ella nos hace ver que a todos
los niveles debemos procurar la justicia y la fraternidad. Ciertamente poco es lo que
podemos hacer cuando se trata de la dimensión social y universal de la paz, pero
eso poco lo debemos hacer. Un fósforo encendido poco ilumina en un estadio
oscuro, pero si se juntan cien mil, entonces sí se produce una luz intensa. Una
oración atribuida a S. Francisco expresa lo que podemos hacer: "Señor, haz de mí
un instrumento de tu paz. Señor. Que allá donde hay odio, yo ponga el amor. Que
allá donde hay ofensa, yo ponga perdón. Que allá donde hay discordia, yo ponga la
unión. Que allá donde hay error, yo ponga la verdad. Que allá donde hay duda, yo
ponga la fe. Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza. Que allá donde
hay tinieblas, yo ponga la luz. Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría".
Cada vez que nos damos la paz en la Misa debemos pensar en que ese gesto nos
compromete a vivir, conservar y difundir la paz de Cristo que es la única auténtica.
Camilo Maccise