Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. (A)
Padre Camilo Maccise, OCD
1. El sufrimiento es una realidad presente en la vida de cada uno y en el mundo. Su
símbolo es la cruz. Frente a él nos preguntamos muchas veces ¿por qué? sin
obtener respuesta. A veces nos parece incomprensible; otras lo asumimos con
resignación o con una actitud fatalista. No nos damos cuenta de que muchas cruces
no nos la envía Dios, sino que son fruto de la malicia humana y que podrían ser
superadas: las cruces de la marginación, de la miseria, de la injusticia, de la
violación de los derechos humanos. En esos casos habría que combatir esas causas.
Existe también la cruz del sufrimiento de luchar contra el sufrimiento. Está
finalmente la cruz del dolor de los inocentes frente al cual enmudecemos y nos
inclinamos ante el misterio.
2. La pasión de Cristo nos da una clave de interpretación y nos saca del callejón sin
salida en el que nos metemos cuando queremos comprender e interpretar sólo
desde una perspectiva humana las cruces de la vida. Jesús asumió el sufrimiento
que lo llevó al calvario a causa de las consecuencias de su doctrina que exigía el
respeto de la dignidad humana, la justicia y el amor en las relaciones humanas, la
solidaridad con los que sufren la miseria y la opresión. Además, con su
resurrección, nos enseñó que el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra.
La tienen la vida y la resurrección. Al mismo tiempo, Jesús nos hace comprender
que no podemos mantenernos indiferentes frente a las cruces de los demás, sobre
todo cuando proceden de la malicia humana. Entonces, como Él, entendemos a
fondo el sufrimiento y la injusticia y el llamamiento a trabajar para que, en la
medida de lo posible, disminuyan y desaparezcan. La muerte de Jesús ha sido
redentora de todos los tiempos y por todos los tiempos y nos ha hecho comprender
que por la cruz se va a la luz.
3. Todos nosotros, de una u otra manera, tenemos que llevar cruces pequeñas o
grandes. Son camino de crecimiento y maduración como personas. Quien no ha
sufrido no puede comprender ni solidarizarse con los que sufren. Frente a las cruces
más que preguntarnos por qué, debemos pensar qué podemos o debemos hacer.
Para ello hay que contemplar a Cristo. Él sufrió y se angustió frente al sufrimiento y
comprende nuestros miedos y temores. Al mismo tiempo, nos hizo comprender que
el amor hace olvidar los propios sufrimientos y sufrir por los sufrimientos de los
demás; ser solidarios con ellos; trabajar para que haya menos dolor en el mundo
combatiendo sin violencia las causas que lo originan. Con su resurrección infundió
en nosotros una esperanza que nos ayuda a afrontar todas las dificultades y a
asumir las cruces de la vida sabiendo que la victoria sobre el mal, el sufrimiento y
la muerte está garantizada.
Camilo Maccise