IV Domingo de Cuaresma, Ciclo A.
Padre Camilo Maccise, OCD
1. La vista física nos permite contemplar la realidad del mundo, distinguir los
objetos, tener seguridad en los diferentes lugares en los que nos encontramos.
Quienes, en cambio, padecen la ceguera están limitados y carecen de la
representación correcta de lo que perciben con otros sentidos. Algo semejante
sucede cuando se trata de la idea que tenemos de nosotros, del sentido de nuestra
vida, de la sociedad, de lo que sucede en el mundo, de los valores y contravalores.
Podemos estar ciegos dejándonos guiar por opiniones, ideologías, puntos de vista
sin analizarlos críticamente o también podemos tener miopía intelectual y otras
enfermedades de la vista que sólo nos permiten considerar parcialmente esas
realidades que afectan nuestra existencia y no acaban de darnos una visión
satisfactoria de todo lo que implica la vida humana especialmente ante el enigma
de la muerte.
2. El domingo anterior nos presentó a Jesús como el agua de vida. Hoy nos lo
presenta como luz del mundo, como Aquél que cura nuestra ceguera y nos permite
ver en forma diferente el misterio de la vida humana. Dándonos la vista nos ayuda
a comprender nuestra dignidad de hijos de Dios llamados a la comunión con Él. Al
abrirnos los ojos del entendimiento nos permite situarnos en el mundo y nos da una
clave de interpretación de las realidades terrenas. Nos ayuda a saber relativizar los
acontecimientos y a enfrentar los desafíos que se van presentando desde una
perspectiva que tiene en cuenta nuestro destino eterno. No sólo eso. Jesús nos
invita a su seguimiento y con la visión de fe ilumina la oscuridad de nuestro camino
y hace posible que lo sigamos y que podamos comprometernos para abrir también
los ojos de nuestros hermanos y comunicarles la luz que recibimos de Cristo.
3. Debemos dar gracias a Dios no sólo por el don de la vista física sino sobre todo
por el don de la fe que es para nosotros lo que nos cura de la ceguera que nos
impide ver la realidad en su verdadera dimensión o de la miopía espiritual que nos
hace ver confusamente y, por lo mismo, nos lleva a actuar equivocadamente.
Estamos inmersos en un mundo de oscuridad. Los avances tecnológicos y científicos
no engloban la totalidad del saber; sobre todo no dan una respuesta iluminadora y
satisfactoria a las preguntas fundamentales del ser humano: ¿en qué consiste la
felicidad? ¿Quién soy yo? ¿El mundo es fruto del azar? ¿Cuál es mi destino? Los
medios de comunicación y las ideologías pretenden dar respuesta a estas preguntas
e iluminarlas pero lo único que hacen es oscurecerlas aún más. Como cristianos
estamos llamados a testimoniar que Cristo es la luz del mundo que nos ayuda a
tomar conciencia de las injusticias, opresiones, odios, divisiones; de la dignidad
humana y de nuestro destino eterno. La visión cristiana de la vida ayuda a superar
la ceguera en la que nos encontramos y en la que los que dominan el mundo
quieren mantenernos.
Camilo Maccise