I Domingo de Cuaresma, Ciclo A.
Padre Camilo Maccise, OCD
1. La cuaresma es un tiempo de conversión y de cambio. Un tiempo para
recapacitar sobre nuestra vida humana, hecha de luces y sombras. Dios nos ha
hecho libres y, precisamente por eso, tenemos la posibilidad de escoger entre el
bien y el mal. La posibilidad de apartarnos de Dios y de pecar, es decir, de no
cumplir lo que Él nos pide cediendo a la provocación o atractivo del mal. Vivimos
rodeados de tentaciones de todo tipo. Todas ellas se nos presentan como un
camino para obtener la felicidad. Analizadas a fondo se reducen a la tentación del
poder o dominio sobre los demás; al tener o la riqueza como fuente de seguridad;
al aparecer o brillar delante de los demás; al placer egoísta. En una palabra a
olvidar que Dios es el único absoluto y el centro de nuestra vida para colocarlo en
ese lugar.
2. Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, quiso experimentar en su vida las
tentaciones humanas para enseñarnos el camino para superarlas. Tuvo la tentación
de querer imponer el Reino de Dios con la fuerza y el poder que tenía, mientras el
Padre le fue mostrando que el Reino se abriría paso en la debilidad, en el
sufrimiento, en el aparente fracaso. Tuvo la tentación de usar los medios humanos,
las riquezas, para lograr, imponerse y abrirse paso al estilo de los imperios de este
mundo para aparecer como el que más recursos tenía y que por tanto era superior
a todos. El Padre le hizo comprender que su Reino se edifica en la pobreza de
medios donde se manifiesta el poder de Dios. Tuvo la tentación de deslumbrar con
continuos milagros y señales extraordinarias, mientras que en el plan divino el éxito
del Reino no depende de la ostentación sino de la sencillez de la vida ordinaria
donde Dios actúa pero deja la responsabilidad al hombre.
3. Cristo nos enseñó, por una parte la lógica del Reino de Dios y, al mismo tiempo,
nos señaló el camino para superar las tentaciones en nuestra vida personal y en el
anuncio del evangelio: el recurso a la Palabra de Dios. Es leyendo y meditando los
evangelios como nosotros comprenderemos en nuestra vida personal lo relativo del
poder, del tener, del brillar, del placer. Y la Palabra de Dios nos dará fuerza para
superar esas tentaciones. En el campo del anuncio del evangelio, nos señala las
pautas para actuar de acuerdo con el plan de Dios. En la sociedad de hoy tal parece
que únicamente tendremos éxito si nos apoyamos en estructuras de poder y si
contamos con medios económicos para competir con ideologías y proyectos del
mundo. Ciertamente hay que usar la tecnología moderna en el anuncio del
evangelio, pero no hacerlo depender de ella. En el Reino de Dios las cosas grandes
surgen de cosas pequeñas porque el poder viene de Dios. Cada vez que rezamos el
Padrenuestro le pedimos a Dios que no nos deje caer en la tentación. Repitamos
esas palabras pidiendo que nos ayude las tentaciones del poder, del tener, del
brillar y del placer egoísta.
Camilo Maccise