XXIV Domingo Ordinario - B
Evangelio de la Misa: Mc 8,27-35 Seguir a Cristo
Hoy se lee en el Evangelio un párrafo denso en contenido doctrinal, y por
tanto de gran importancia y utilidad para la aceptación de la fe y para la vida
cristiana.
Es el Evangelio de la “encuesta” de Jesús sobre lo que pensaba la gente
de El. También en esta ocasión la encuesta está previamente manejada
(¿manipulada?). Más que la opinión de los demás, Jesús con su pregunta quería
inculcar a sus apóstoles y seguidores quién era El, cómo habrá de terminar su
existencia terrena, y qué había que hacer realmente para seguirle con alegría,
entrega y responsabilidad.
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Señor, Jesús, que compartes nuestra existencia terrena y convives
con todos: con quienes te siguen por curiosidad o interés personal,
y con quienes te aceptan y se entregan a Ti con amor y fidelidad.
No te importaban las opiniones de los demás sobre tu persona y misión.
Sobre todo te preocupaba que con sinceridad te entendieran
y con lealtad te siguieran constantemente,
incluso cargando con la inevitable cruz de cada día.
Tú fuiste por delante con tu vida y tu muerte.
Tu eres el mejor Maestro y Guía para caminar por la vida.
Dame, Señor, la fe auténtica y por tanto el sentido sobrenatural suficiente
para entenderte y seguirte, y así cargar con la bendita cruz de cada día.
Y que jamás merezca el reproche que lanzaste a Pedro: ¡”Quítate
de mi vista, Satanás, tú piensas como los hombres y no como Dios!”.
Tristemente se ven algunos cristianos tibios y dubitativos,
críticos y superficiales, que se empeñan en catalogarte
con métodos y criterios puramente humanos,
y a veces con una visión torpe, materialista e interesada.
Con esa cerrazón humana y sin sentido sobrenatural no pueden
entenderte, valorarte ni seguirte; e incluso tu mensaje se tergiversa
convirtiendo la caridad en pura filantropía, la pureza en decencia,
la mortificación en simpleza y todas las obras estériles.
Que esas palabras, Señor, me ayuden
a no perder el sentido sobrenatural en toda mi vida:
en el trabajo y en la diversión, en la familia y con los amigos,
en el gozar de la cultura y en el compartir la solidaridad cristiana.
Quiero, Señor, negarme a mí mismo, para aceptar y cargar con la cruz
de cada día, y así seguirte hasta “perder mi vida” por el Evangelio.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez