VII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A.
Padre Camilo Maccise, OCD
1. Vivimos en un mundo de violencia y odio. A nivel social guerras fratricidas,
genocidios, crímenes. A niveles de relaciones más cercanas: familia, trabajo,
organizaciones se dan también con frecuencia choque de intereses, tensiones,
malentendidos que llevan a divisiones, rencores, odios, deseos de venganza. La
primera reacción frente a lo que alguien considera una ofensa o una injusticia es la
de ver la manera de desquitarse o, en el mejor de los casos de cortar toda relación
y de subrayar las limitaciones de quienes han hecho eso y a verlos como
"enemigos". Se busca la manera de hacer daño a quien lo ha hecho y se crea así un
círculo de violencia que nunca termina.
2. En el evangelio de hoy, Jesús nos presenta una exigencia que parece
impracticable pero que es el único camino para cortar de golpe la espiral de la
violencia. Jesús nos pide amar a todos hasta sacrificarse por ellos y también a los
enemigos. Es difícil "hacer el bien a los que nos aborrecen y rogar por los que nos
persiguen y calumnian"- Pero, no seríamos cristianos si no somos capaces de hacer
eso. Para ello contamos con la ayuda de Dios. El Padre, que "hace salir el sol sobre
buenos y malos y manda la lluvia a justos e injustos" es nuestro modelo y, al
mismo tiempo, es aquel que nos da la fuerza necesaria para saber perdonar y
responder con el bien a quien nos ha hecho mal. Jesús no nos exige cosas, normas
sino ser como nuestro Padre de los cielos que es la fuente de todo bien.
3. En este esfuerzo por poner en práctica el mandato de Jesús de amar a los
enemigos debemos distinguir los sentimientos psicológicos de un amor concreto y
eficaz al enemigo. No se nos pide que psicológicamente sintamos simpatía o
armonía con quien nos ha hecho daño. Podemos sentirnos muy mal cada vez que
recordamos o vemos a quien nos ha perseguido, calumniado, cometido injusticias
que nos duelen. Pero esto no es obstáculo para perdonar de corazón y para
devolver bien por mal cuando se presente la ocasión. Si una persona reza por sus
enemigos es señal clara de que ha perdonado aunque psicológicamente no pueda
volver a tener confianza, empatía ni una amistad que exige sintonía de
sentimientos.
Camilo Maccise