V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A.
Padre Camilo Maccise, OCD
1. Jesús es un gran pedagogo. Nos enseña con ejemplos sencillos y utiliza hechos y
situaciones de la vida cotidiana para que aprendamos. La sal es un elemento que
utilizamos los seres humanos en todas las culturas y de todas las épocas. Da sabor
a los alimentos, sirve para conservarlos bajo determinadas circunstancias. La luz es
tan importante que los seres humanos hemos inventado la artificial para iluminar
las noches. Cuando un alimento está desabrido difícilmente lo comemos. Cuando
estamos en la oscuridad nos entra miedo, angustia y es poco lo que podemos hacer
y trabajar. Millones de personas en el mundo viven desilusionadas por la realidad
en que vivimos. No encuentran sentido a la existencia humana ni en lo personal ni
en lo social. Quisieran de alguna manera comprender el porqué de la monotonía de
lo cotidiano y superar el sentido del absurdo. Les hace falta la sal de la comprensión
aunque sea parcial. Por otro lado millones de personas viven sumergidas en la
oscuridad sin saber de dónde vienen y a dónde van. Anhelan un poco de luz.
2. Al decirnos Jesús que estamos llamados a ser sal de la tierra y luz del mundo lo
que nos está diciendo es que tenemos que prestar un servicio a nuestros hermanos
como personas que conocen la Buena Noticia del evangelio, que ilumina la vida y da
sentido a la existencia humana. No podemos ser sal y luz si no nos relacionamos
con los demás. La sal sirve para gustar mejor; la luz para ver mejor. Todo cristiano
es enviado para testimoniar y anunciar el mensaje de Jesús que ayuda a que la
comida de la vida humana sepa mejor; tenga un significado que guíe, anime y
sostenga la esperanza; a que las cosas se vean mejor y, por lo mismo, ayude a
superar el vacío existencial que conduce a encerrarse en el egoísmo, a buscar la
satisfacción momentánea, el comamos y bebamos que mañana moriremos.
3. Si queremos cumplir esto que nos pide Jesús debemos vivir insertos en la
realidad. No se puede ser sal y luz aislado de lo que hay que sazonar o iluminar. La
sal mejora el sabor unida a la comida. La luz mejor la visión cuando ilumina desde
las cosas que se quieren ver mejor. Hay que mezclarse en las circunstancias de la
vida humana no sólo a nivel personal sino también a nivel social. El Vaticano II
decía que lo que es el alma para el cuerpo (principio de unidad y de vida) eso
deben ser los cristianos en el mundo. No sólo importa que la sal o la luz sean
buenas; lo que se quiere obtener es que la comida sepa bien y las cosas se vean
mejor. Nadie dice que rica es la sal, sino que rica es la comida. Para lograr eso
necesitamos vivir y testimoniar los valores cristianos De otro modo seremos como
la sal que se hace sosa. No sirve más y hay que tirarla fuera. Dios quiere que los
valores cristianos se transmitan a todos y no sólo que la Iglesia los viva aislada del
resto de la humanidad.
Camilo Maccise