II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A.
Padre Camilo Maccise, OCD
1. La vida cristiana se inicia con el bautismo, sacramento raíz y fuente de los demás
sacramentos. A pesar de que se ha querido explicar a los cristianos su sentido
profundo y sus consecuencias para vivir según el evangelio, todavía predomina la
idea de un rito religioso de purificación de pecados, de asegurarse la protección de
Dios y de garantía contra males espirituales y materiales. En muchas ocasiones la
recepción del bautismo es sólo una costumbre social que se practica para crear
vínculos de compadrazgo. Por eso no se tiene en cuenta si los padrinos son
cristianos practicantes y convencidos de las exigencias de la fe. Se dan casos en los
que éstos viven en forma opuesta a lo que pide el evangelio y, por tanto, el
compromiso de educar cristianamente a los ahijados es sólo una fórmula ritual.
2. El evangelio de hoy nos presenta al Bautista que confiesa que su predicación y
su bautismo están aún en la línea de preparación a la llegada de Jesús. Él va a
inaugurar la Nueva Alianza con un bautismo que no es sólo del agua y de la
purificación de los pecados, sino del Espíritu Santo. Por la acción del Espíritu nos
transformamos en hijos de Dios, nos incorporamos a la Iglesia, comunidad de
creyentes. Podemos llamar a Dios Abba, Padre. Somos conducidos por el Espíritu
que produce en nosotros el fruto del amor que lleva a la comunión con los demás y
que nos da la verdadera libertad llenándonos de alegría y paz. Estamos habitados y
somos conducidos por el Espíritu. Esta enseñanza del evangelio de hoy nos debe
hacer tomar conciencia del sentido y el alcance de nuestro bautismo.
3. El Espíritu que recibimos en el bautismo no nos ayuda automáticamente.
Requiere nuestra colaboración libre y responsable. Él nos cuestiona e interpela a
través de las circunstancias, las enseñanzas de la Iglesia, los signos de los tiempos.
Nos pide que como seguidores de Jesús dominemos la creación y contribuyamos al
bien de los demás. De ese modo ejercemos la función real de Cristo que se nos
comunica en el bautismo. Además podemos y debemos ofrecer a Cristo y
ofrecernos con Él y ofrecer la creación al Padre en forma consciente. Esta sería la
función sacerdotal que recibimos en el bautismo. Finalmente, estamos llamados a
testimoniar y proclamar el evangelio, la buena noticia de salvación como partícipes
de la misión profética de Cristo que nos lleva a cuestionar todo aquello que se
opone al proyecto de Dios. Estamos llamados, por el bautismo, a ser testigos de la
vida y de la resurrección de Jesucristo y una señal del Dios vivo presente en el
corazón del mundo y de la historia. Para ello contamos con la luz y la fuerza del
Espíritu Santo recibido en el bautismo.
Camilo Maccise