II Domingo de Navidad
Padre Camilo Maccise, OCD
1. Una noticia refiriéndose al Internet, ofrecía la estadística de que en él
encontramos 57 millones de "blogs" o páginas personales para la comunicación y
que, quienes los visitan, escriben diariamente un millón trescientos mil mensajes o
anotaciones. Se comienza a hablar de la "blogosfera" que, con cien mil bitácoras
nuevas al día, empieza a ejercer un quinto poder. Es llamada la "imprenta del siglo
XXI.". Ante tal avalancha de información tecnológica, política, social, cultural,
ideológica y religiosa, muchas veces vacía y contradictoria nos sentimos perdidos.
Por otra parte, es difícil que tantos mensajes puedan ser asimilados pero, sobre
todo, rara vez hallamos en ellos una respuesta las preguntas vitales que
atormentan el corazón humano, sobre el sentido de la vida y de la muerte; sobre el
mal en la historia, sobre el sufrimiento y el dolor.
2. En la Misa de hoy, el evangelio de Juan nos habla de la Palabra de Dios que llega
a nosotros precisamente para presentarnos su plan de salvación: "la Palabra se hizo
carne y habitó entre nosotros". Con ella, el evangelista nos presenta a un Dios que
se comunica con nosotros; que nos habla para manifestarnos su amor y
descubrirnos el camino que conduce a la plenitud humana. Dios es modelo de
comunicación por la manera de hacerlo y por la buena noticia que comunica. Dios
entra en nuestra historia; se hace uno de nosotros para hablarnos en nuestro
lenguaje; nos comunica siempre una buena noticia: que nos ama y que lo único
que pide de nosotros es que sepamos amarlo amando a nuestros hermanos y
siendo solidarios con ellos. Su comunicación es clara y sencilla, respetuosa de
nuestra libertad. Las informaciones que nos bombardean en la "blogosfera" causan
mareo y confusión.
3. Necesitamos la comunicación pero no olvidemos que, para guiarnos en medio del
caos mediático, se requiere hacer silencio para escuchar la Palabra que, hecha
carne, da sentido a nuestra vida personal y a la historia. "Una palabra habló el
Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de
ser oída del alma" (S. Juan de la Cruz). Esta Palabra disipa la incertidumbre y
clarifica incluso las situaciones más difíciles y ambiguas. Iluminados por ella
estamos llamados a transmitirla a los demás con el lenguaje existencial del
testimonio de vida. Cristo, luz del mundo, nos llamó a sus seguidores "luz de la
tierra". Comuniquemos algo de esa luz que hemos recibido para hacer renacer la
esperanza en aquellos que viven perdidos sin saber por dónde ir.
Camilo Maccise