Solemnidad. Santa María, Madre de Dios
Padre Camilo Maccise, OCD
1. El fin de un año y el principio de otro hacen revivir en el ser humano el sentido
de la fugacidad de la vida que transcurre en el tiempo. Es entonces cuando éste
aparece como un misterio difícil de explicar y definir. Se tiene la experiencia de lo
que es y, simultáneamente, no se sabe cómo explicarlo. San Agustín responde a la
pregunta sobre el tiempo diciendo: "Si nadie me lo pregunta, lo sé. Pero si tengo
que explicárselo a quien me lo pregunta, entonces no lo sé. Lo que sí digo sin
vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado, y si nada
sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría tiempo presente".
La Iglesia ha establecido el día primero de enero como el día para celebrar a María,
Madre de Dios, y poner de relieve que fue a través de ella como el Verbo de Dios
entró en el tiempo.
2. San Pablo nos ha recordado en la segunda lectura que, al llegar la plenitud de los
tiempos, Dios envío a su Hijo, nacido de una mujer para liberar a los que
estábamos bajo la ley, para transformarnos en hijos que viven en el tiempo y en él
cumplen una misión. Cristo viene a dar sentido al tiempo y nos revela su proyección
hacia la eternidad. Para los cristianos, con Jesús llegó el fin hacia el que estaban
orientados los tiempos preparatorios. Jesús aceptó todo el proceso de crecimiento
humano en el tiempo y vivió la experiencia del mismo. En su predicación invitó a
comprender lo que Dios va manifestando a lo largo de la historia a través de los
acontecimientos que se dan en el tiempo. Cristo habló también del final del tiempo,
sin embargo no dio a conocer la fecha en la que ha de verificarse la consumación de
los siglos.
3. Como seres humanos nos vamos realizando en el tiempo. En él se suceden
alegrías y penas, esperanzas y realizaciones, búsquedas y encuentros. El cristiano
sabe que "los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria
que ha de manifestarse" en el futuro (Romanos 8,18) y, por ello, vive su vida de
cada día con una esperanza activa que lo compromete en el trabajo por un mundo
más justo y más humano.
Al recordar los años que pasan, la Biblia nos invita a mirar hacia lo definitivo porque
Dios nos ha enseñado, por medio de Cristo, que nos prepara una nueva morada y
una nueva tierra donde habita la justicia y cuya dicha es capaz de saciar y rebasar
todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano. En ese camino, María,
Madre de Dios nos acompaña como peregrina de la fe y de la esperanza.
Camilo Maccise