¡El que tenga oídos, que oiga!
Mt 13, 1-9
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
CON FIARSE DE DIOS, BASTA CON TENER FE EN ÉL
Las lecturas de hoy nos brindan dos enseñanzas más que preciosas: la de la historia de la
salvación y la de las parábolas del Reino. La lección de la historia del éxodo nos muestra
el obrar de Dios, su providencia y su salvación, y además de esto su paciencia y su
generosidad. El pueblo de Israel empezó de inmediato con sus murmuraciones, olvidando
los prodigios del poder de Dios. Sin embargo, YHWH, en vez de castigarle y hacerle ver
su justicia, le concede cuanto desea y en una cantidad desmesurada. Esta página del
Éxodo nos ayuda a conocer más el corazón de Dios, a conocer las insondables riquezas de
su providencia, muy alejada de nuestras mezquindades y de nuestros cálculos egoístas. Lo
que nos enseña el fragmento de hoy será, después, una constante en toda la historia
bíblica, destinada precisamente a revelarnos la infinita bondad de Dios. Basta con fiarse
de Dios, basta con tener fe en él... Normalmente, esta fe y esta confianza brotan de
corazones que intentan serle fieles, complacerle en todo, como hizo Jesús, que fue
alimentado también “por ángeles” después de las tentaciones del desierto.
La otra enseñanza extraída de las parábolas consiste en hacernos ver que Dios posee un
Reino en este mundo, un Reino totalmente diferente del mundo, de la política o de la
economía de los hombres. Es el Reino de la salvación, de la entrada del hombre en la
atmósfera de Dios. Es el Reino de su presencia, descubierta y creída, de su bondad
experimentada, de su proximidad sentida y agradecida. Ambas lecturas
complementarias tratan del obrar misericordioso y espléndido de Dios con todos los
que le conocen y le aman, y en ambas se revela la respuesta por parte del hombre.
ORACION
Oh Dios y Padre nuestro, que a través de la historia y la Palabra de tu Hijo nos has
impartido enseñanzas maravillosas respecto a tu corazón y a tu providencia: concédenos
un corazón sencillo que crea, que se fíe de ti, que se deje guiar por tu Palabra.
Concédenos sentir tu presencia, darte gracias por ella y saborearla como uno de tus dones
más deseados... Que nunca la desconfianza, la desesperación, la duda o la indiferencia
respecto a ti entren en nuestra alma. Que la frase bíblica “Dios me había protegido” (Neh
2,18) pueda ser, para nosotros, una constatación perenne, gozosa, fruto de nuestro
encuentro contigo, de nuestro diálogo, del vínculo afectuoso que nos une.
Concédenos saborear la dulzura de tu protección y la seguridad de tu defensa. De este
modo, los días de nuestra vida transcurrirán serenos bajo tu mirada, encontraremos cobijo
“a la sombra de tus alas” y podremos dar al mundo el testimonio de nuestra fe, una fe
hecha de esperanza continua en tu amor. Concédenos, oh Padre, la capacidad y el valor de
un abandono confiado, total y filial en tu providencia: y nosotros, por nuestra parte,
intentaremos hacer siempre y por doquier tu voluntad.