II Domingo de Adviento, Ciclo A
Camilo Maccise, OCD
1. Como seres humanos estamos llenos de contradicciones. Por una parte
buscamos siempre la seguridad, al grado de afirmar ￿más vale malo por conocido,
que bueno por conocer￿. Por otro lado, soñamos siempre con situaciones ideales
que necesariamente suponen esfuerzos de cambio en la manera de ser y de actuar.
Igualmente, en la sociedad se busca mejorar pero, al mismo tiempo, tener el
control de todo, evitar los dinamismos que cuestionan estructuras, organización,
toma de decisiones.
2. Las lecturas de hoy nos hablan de un proyecto de Dios que es llamado reino de
Dios. Dios tiene un proyecto para la humanidad: que pasemos del fatalismo a la
responsabilidad de hijos e hijas en las relaciones con Él; de ser una masa a formar
un pueblo, una familia, en las relaciones con los demás y a superar la esclavitud en
el uso de los bienes y la opresión de los demás para tener más en lo que se refiere
a los bienes de este mundo. Este reino de Dios es presentado en la primera lectura
bajo la forma de un mundo donde todos los seres conviven en paz. El salmo
responsorial nos habla de un rey justo que trabajará para llevar adelante ese
proyecto. Ese rey es Cristo que acoge a todos y llama a todos a un cambio de
mentalidad para cambiar de vida y hacer posible ese ideal, como nos dice la
segunda lectura. Esa es la conversión de la que habla también el Bautista en el
evangelio de hoy.
3. El tiempo de Adviento es un tiempo de conversión. Una invitación a cambiar la
idea que tenemos de Dios, de nosotros mismos, de los demás, de la realidad de
este mundo. Tenemos que pasar de la idea de Dios que tenían los paganos y que
tienen los filósofos: un Dios juez que exige oraciones y sacrificios, un Dios
trascendente y lejano, al Dios que nos presentó Jesucristo: un Dios amor, cercano,
que ama a los ingratos y malos. Tenemos que cambiar la idea de nosotros y
aceptar nuestras limitaciones y, al mismo tiempo, abrirnos a la misericordia de
Dios. A los demás los debemos ver como hermanos y hermanas y así podremos
abrirnos a la fraternidad. Las cosas de este mundo las debemos tratar como lugar
de encuentro con Dios y con los hermanos compartiendo en la justicia y la paz lo
que Él creó para todos. Cada vez que en la Misa hacemos el acto penitencial
estamos pidiendo a Dios cambiar de mentalidad para cambiar de vida y así
contribuir a la creación de un mundo diferente.
Camilo Maccise