I Domingo de Adviento, Ciclo A
Camilo Maccise, OCD
1. Se dice, con razón, que vivimos en un mundo en crisis de valores que generan
violencia, guerras, corrupción, marginación, desprecio de la dignidad humana. Los
medios de comunicación nos hacen tomar conciencia de un mundo en caos en el
que no se ven caminos de solución a los complejos problemas que vivimos. Cunden
el pesimismo y la desesperanza. Muchos se preguntan si es realista conservar la
esperanza en un momento de crisis globalizada que suscita escepticismo ante la
constatación de que utopías y esperanzas de hace algunos años se han derrumbado
de repente. La situación de la humanidad, especialmente para los pobres, ha
empeorado. La liberación del pecado social que los marginaba no se ha realizado.
Los que eran excluidos y explotados son ahora "sobrantes" y "desechables". Las
instituciones financieras y las empresas transnacionales se fortalecen al punto de
subordinar las economías locales, sobre todo debilitando a los Estados. Con mucha
frecuencia, se subordina la preservación de la naturaleza al desarrollo económico,
con daños a la biodiversidad, con el agotamiento de las reservas de agua y de otros
recursos naturales, con la contaminación del aire y el cambio climático.
2. Las lecturas de la Misa de hoy nos orientan en una doble dirección: por una
parte, nos abren a la esperanza de un futuro mejor en el que la paz y los anhelos
de felicidad se verán cumplidos porque caminaremos a la luz del Señor que nos
llevará por sus sendas. Al mismo tiempo encontramos una invitación a no
quedarnos en una espera paciente y resignada a que la realidad cambie. Estamos
llamados a hacer algo: a "despertarnos del sueño" para con nuestra conducta ir
haciendo presente, aunque sea en forma imperfecta, ese futuro por el que todos
suspiramos. Con todo, no deja de haber signos de esperanza que ayudan a superar
el desaliento y la desilusión y mantienen abiertos los horizontes para seguir
adelante a pesar de las dificultades y los problemas. Además, la historia nos enseña
que ha habido épocas más difíciles y desalentadoras y, que en ellas fue posible
testimoniar la esperanza y proseguir en los esfuerzos por humanizar más al mundo.
La fe en Cristo, Señor de la historia, y las exigencias del mundo de hoy nos piden
ponernos en camino, es decir, no contentarnos con lo que hemos conseguido, creer
que podemos alcanzar nuevas metas y superar el individualismo, el acomodamiento
y el pragmatismo que son capaces de dañar la esperanza y de hacer que se
abandonen proyectos, ideales y esfuerzos.
3. Si tenemos presente que Dios nos habla en la Escritura y en la vida y que el
fundamento de nuestra esperanza es la bondad y fidelidad de Dios manifestada en
el don de su Hijo y del Espíritu que dirige la historia, seremos capaces de descubrir
los principales signos de esperanza en nuestro mundo conflictivo y de testimoniar la
esperanza en medio de la crisis que parece oscurecer su presencia, ya que los
medios de comunicación no prestan atención a lo que hay de positivo en medio del
caos imperante. Se requiere para ello una visión contemplativa de la realidad que
lleva a descubrir a Dios en todas las circunstancias, a contemplar a Cristo en todas
las personas y a buscar su voluntad en los acontecimientos. Adviento es también la
vigilancia y el compromiso por trabajar en la liberación integral -espiritual y social-
de la humanidad. La esperanza activa es un don que se nos da en la venida de
Cristo, pero que también se hace. Para eso, hay que estar vigilantes, atentos y
fieles a nuestro compromiso de ser signos de esperanza desde nuestra fe en Cristo,
Señor de la historia.
Camilo Maccise