EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Santa María Magdalena - Memoria
Cantar de los Cantares 3,1-4.
En mi lecho, durante la noche, busqué al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo
encontré!
Me levantaré y recorreré la ciudad; por las calles y las plazas, buscaré al amado de
mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré!
Me encontraron los centinelas que hacen la ronda por la ciudad: "¿Han visto al
amado de mi alma?".
Apenas los había pasado, encontré al amado de mi alma. Lo agarré, y no lo soltaré
hasta que lo haya hecho entrar en la casa de mi madre, en la habitación de la que
me engendró. El Amado
Evangelio según San Juan 20,1.11-18.
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María
Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se
asomó al sepulcro
y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies
del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado
a mi Señor y no sé dónde lo han puesto".
Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que
era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde
lo has puesto y yo iré a buscarlo".
Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir
"¡Maestro!".
Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a
mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de
ustedes'".
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le
había dicho esas palabras.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Gregorio Palamás (1296-1359), monje, obispo y teólogo
Homilía 20: PG 151, 266.271
"Ve a buscar a mis hermanos"
Entre las mujeres que llevaron el perfume a la tumba de Cristo, María
Magdalena, es la única de la cuál celebramos su memoria. Cristo había expulsado
de ella siete demonios (Lc 8,2), para dar cabida a los siete dones del Espíritu. Su
perseverancia en permanecer cerca de la tumba, le ha valido la visión y la
conversación con los ángeles y luego, después de haber visto al Señor, se convierte
en su apóstol ante los apóstoles. Instruida y plenamente garantizada por la boca
misma de Dios, les va a anunciar que ha visto al Señor y a repetirles lo que le dijo.
Consideremos, hermanos míos, cómo María Magdalena le precede en dignidad
a Pedro, el jefe de los apóstoles, y a Juan, el discípulo muy amado de Cristo, y
cómo, por tanto, ella ha sido más favorecida que éstos. Ellos cuando se acercaron
al sepulcro, no vieron más que las vendas y el sudario; pero, ella, que había
permanecido hasta el final con una firme perseverancia en la puerta de la tumba,
ha visto, antes que los apóstoles, no sólo a los ángeles, sino al mismo Señor de los
ángeles resucitado, en la carne. Ha oído su voz y así Dios, se ha servido de su
palabra.
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