“El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su
campo”
Mt 13, 24-30
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
EL JUICIO SOBRE EL MAL PERTENECE SÓLO A DIOS
Las lecturas de hoy nos ofrecen ideas de una enorme importancia para proporcionar al
creyente actitudes fundamentales en su comportamiento.
Una primera actitud es la de la aceptación de la voluntad de Dios. Esta voluntad no se
manifiesta sólo en sus mandamientos, sino que es todo un conjunto de disposiciones divinas
dirigidas a nosotros y para nuestro bien. Estas disposiciones incluyen, antes que nada, su
designio sobre cada uno de nosotros, una llamada o vocación particular, a la que hemos de
corresponder con fidelidad y obediencia a todo lo que Dios ha querido darnos.
Otra actitud es la de la alianza, sentirnos unidos a Dios por vínculos de afecto y de amistad,
tener un sentido de pertenencia y de devoción a Dios que haga espontánea, natural, nuestra
relación confiada con él, manifestada en una vida de gozosa sumisión y una fidelidad
constantemente renovada.
Por último, una tercera actitud, brotada del Evangelio, es la de la tolerancia, la del saber
esperar, la de no irrumpir con rápidas condenas o exclusiones en la convivencia entre las
personas. La parábola de la cizaña nos recuerda que, aunque defendiéndose del mal, el
creyente está obligado a convivir con él, con el riesgo (y la experiencia) del peligro y de la
caída. Y nos recuerda asimismo que el juicio sobre el mal pertenece sólo a Dios. El mal sirve
para probar, como en el crisol, la autenticidad de la fe y de la vida. La prisa, la impaciencia, el
puritanismo, han traído consigo muchos males a la Iglesia y a los fieles en particular. La lectura
de esta breve parábola nos ayuda a la reflexión, a la reafirmación de la fe, a la tolerancia: «Si
cierras la puerta a todos los errores, dejarás fuera también a la verdad» (R. Tagore).
ORACION
OH Señor, Dios y Padre de bondad, que diriges el universo y los acontecimientos de la historia
humana, concédenos un alma que acoja tu gracia, tus designios, tus disposiciones respecto a
nosotros, con la conciencia de que todo lo que nos pides es para nuestro bien. Concédenos un
vivo sentido de la alianza contigo, de esa alianza que ha brotado de tu corazón de Padre, para
que podamos corresponder con una fidelidad creciente al pacto de tu amistad y de tu
redención.
Vivimos en un mundo marcado por el mal, «por la concupiscencia de la carne, por la
concupiscencia de los ojos y por la soberbia de la vida»: concédenos, pues, un corazón que
sepa comprender el mundo y su mal, para protegernos de sus asaltos y para frenar nuestra
impaciencia por responder con la violencia o la rigidez. Haz que recordemos en nuestros juicios
que sólo tú eres el verdadero juez de vivos y muertos, y que a nosotros lo único que nos
corresponde es comprender, amar y perdonar, vigilar y orar. Que la palabra de tu 1-lijo sea
para nosotros guía y orientación de vida, que forje las actitudes básicas de nuestra fe, a fin de
que podamos, tras una vida transcurrida en tu amor y en tu confianza, ser partícipes de la
verdadera recompensa en la eternidad de tu gloria.