EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Mateo 13,44-52.
El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo
encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y
compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar
perlas finas;
y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge
toda clase de peces.
Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo
bueno en canastas y tiran lo que no sirve.
Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de
entre los justos,
para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron.
Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se
parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Orígenes (hacia 185-253), presbítero y teólogo
Comentario al evangelio de Mateo, 10, 9-10; GCS 10, 10-11
La perla de gran valor
Al hombre que «busca perlas finas» se le han de aplicar las siguientes palabras:
«Buscad y hallaréis» y «El que busca, halla» (Mt 7, 7-8). En efecto ¿a qué se
pueden referir las palabras «buscad» y «el que busca, halla»? Digámoslo sin dudar:
a las perlas, y particularmente a la perla adquirida por el hombre que lo ha dado
todo y lo ha perdido todo. Es por esta perla que Pablo dice: «He aceptado perderlo
todo para así ganar a Cristo» (Flp 3,8). La palabra «todo» quiere significar las
perlas de gran valor, y por la palabra «ganar a Cristo» significa la única perla de
gran valor.
Seguramente que la lámpara es de gran valor para los que están en las
tinieblas y tienen necesidad de ella hasta que amanezca el sol. Es de gran valor
también la gloria que resplandecía en el rostro de Moisés (2C 3,7), y también, creo
yo, sobre los demás profetas. Da gusto verla porque nos ayuda a progresar hasta
que podamos contemplar la gloria de Cristo, de la cual el Padre da testimonio
cuando dice: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto» (Mt 3,17). «Aquello que fue
particularmente glorioso en otro tiempo, ya no lo es puesto que ahora hay una
gloria que está por encima de todo» (2C 3,10). Tenemos necesidad, en un primer
momento, de una gloria susceptible de desaparecer ante la «la gloria que está por
encima de todo», tal como tenemos necesidad «de un conocimiento parcial» que
«desaparecerá cuando obtenga el conocimiento perfecto» (1C 13,9s).
Así pues, toda alma que todavía se encuentra en la infancia y camina «hacia la
perfección de los adultos» (Hb 6,1), tiene necesidad de ser enseñada, rodeada,
acompañada hasta que alcance la «plenitud de los tiempos» (Gal 4,4)...Al fin
llegará a su madurez y recibirá su patrimonio: la perla de gran valor, «aquello que
es perfecto y hace desaparecer lo que es parcial» (1C 13,10). Llegará a este bien
que está por encima de todo: el conocimiento de Cristo (Flp 3,8). Pero son muchos
los que no comprenden la belleza de las numerosas perlas que tiene la Ley y el
«conocimiento parcial» que ya habían dado a conocer todos los profetas; se
imaginan, equivocadamente, que sin la Ley y los profetas, perfectamente
comprendidos, podrían encontrar la única perla de gran valor...: la plena
comprensión del Evangelio y todo el sentido de los actos y las palabras de
Jesucristo.
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