¿Víctimas o victimarios?
¿Por qué la guerra? ¿Por qué tanto dolor de humanidad? ¿Por qué la
violencia, el odio, la venganza? El resentimiento nos sobrecoge, nos
abruma, nos destruye. El corazón se nos destroza a pedazos. Se nos hace
esquiva la esperanza, el gozo, la alegría, la paz. ¡Qué angustia tener que
hablar de enemigos! Es hablar de víctimas y victimarios.
El evangelio tiene hoy una expresión muy dura: “el enemigo lo ha hecho”.
Es la siembra de la cizaña, es decir, del mal. Y Jesús añade: “No lo
arranquen, dejen que crezca con la semilla”. Es decir, coexisten, viven
juntos. Es la radiografía de nuestra propia realidad. Lucha interna o
cohabitación pacífica entre el mal que no quiero y el bien con el cual
quisiera identificarme. También hay la confusión entre el uno y el otro.
En el libro de la Sabiduría se nos plantea una pregunta, un tanto implícita:
¿Por qué Dios no ha castigado a los enemigos de Israel? Y el libro aporta los
criterios diferentes entre el actuar de Dios y el nuestro: Su benevolencia, su
magnanimidad, su corazón diferente al nuestro. El nuevo Testamento
aportará la nueva dimensión del amor de Dios: Su Misericordia.
Ningún enemigo podrá destruirme, quitar mi paz interior, si mi corazón ha
conquistado la dimensión del perdón. Cuando ya todo esté perdido, cuando
la violencia haya logrado el último botín que le queda a la calumnia, a la
tortura, mi grito último, en paz absoluta, saldrá de mi convicción de ser
víctima y no victimario. Esta es la raíz última del perdón.
Cochabamba 17.07.11
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com