Un Dios incomprendido
Hay muchas maneras de confesar nuestra poca fe: El bullicio interno que
llevamos, nuestro afán de protagonismo, la búsqueda intermitente de
éxitos, aplausos. Hay otros indicativos más crueles aún: La imagen que nos
hacemos de Dios a nuestra medida, “el divorcio entre fe y vida”, la falta de
compromiso con la historia.
La liturgia de hoy nos aproxima a un Dios diferente, incomprendido, si se
quiere, inaceptable. No va con nuestros gustos. Cuestiona nuestro modo de
vivir. Elías quería encontrarlo en el trueno, en el huracán. Un Dios
jactancioso. Y Dios se le revela en el silencio. Dios es silencio y el silencio es
adoración. Sólo en el silencio se le escucha.
Pablo nos revela su lucha interior. Es el campo de batalla hoy de la
incredulidad. ¡Cómo entender nuestra opción por lo humano, nuestra raíz y
condición y aceptar a Dios en absoluto cercano, humano! Pablo quisiera ser
maldición (en Cristo, Dios también lo fue) con tal de ganar a sus hermanos,
los judíos. No hay dicotomía, no hay diferencia. El amor hasta el extremo a
los demás, es el verdadero amor a Dios.
Pedro, en su gesto de audacia desafiante, busca lanzarse al mar, no en acto
de fe creadora, sino en intrepidez protagónica. Como pescador profesional,
fracasa. Le faltó agua bajo los pies. Le sobró miedo. Le faltó el secreto de la
ingravidez: La fe que se traduce en oración y que llegó a ser por último, su
tabla de salvacin: “Seor, sálvame”.
Cochabamba 07.08.11
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com