MUTIPLICACIÓN DE HOMBRES-PAN
DOMINGO XVIII PER ANNUM
31 de Julio de 2.011
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de
allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra
desde los pueblos .Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los
enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: Estamos en
despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se
compren de comer. Jesús les replicó: No hace falta que vayan, dadles vosotros de
comer. Ellos le replicaron: Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.
Les dijo: Traédmelos.
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los
dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los
dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta
quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco
mil hombres, sin contar mujeres y niños. Mateo 14, 13-21
Por supuesto que la más necesaria y eficaz multiplicación no es la multiplicación de
panes sino la multiplicación de hombres compasivos, vacíos de sí mismos y llenos
de los demás, a quienes las hambres fraternas de todo hombre y de todo el hombre
les den mordiscos voraces en el propio vientre y en el propio corazón.
Hombres misericordiosos, dispuestos a poner a contribución de los necesitados no
ya sólo lo que derrochamos y lo que nos es superfluo, sino también algo de aquello
de lo que tenemos necesidad personal y colectiva. Hombres austeros y comedidos
que no gastan dinero en lo que no alimenta, ni emplean su salario en lo que no da
hartura. Hombres humanos, conscientes de que hay en el hombre un hambre
radical e intensa, no operativa suficientemente, de poner al servicio de los demás lo
mejor que somos y tenemos, hasta el punto de percibir que no hay mayor
satisfacción, realización suficiente de nosotros mismos, que la de abrir de par en
par nuestras puertas y nuestras mesas a todo el que llama a nuestra persona y a
nuestra casa y cosas.
Hombres cristianos, que con gratitud y alabanza han recibido de balde el Agua Viva,
que comen sin pagar el Pan Vivo bajado del Cielo y beben gratuitamente el Vino
Sacramental de la Copa de bendición que bendecimos. Hombres que como el joven
del evangelio ponen sus dos peces y sus cinco panes, con la sospecha o esperanza
de que Cristo pondrá lo demás para la gente sentada que espera con hambre en el
prado que baja hasta el mar. Hombres apostólicos, que, tentados en un primer
momento a despedir a la gente hambrienta dejándola a su propia y precaria
providencia, reciben de Cristo el mandato y la misión de “dadles vosotros de
comer”, portando para el mundo los doce cestos de la superabundancia de Cristo
Banquete y Pan. Hombres eucarísticos que comen y beben su propia salvación,
participando de la mesa común de la Palabra y de la Eucaristía, y comprometidos
en justicia y caridad a la desaparición de epulones egoístas y de lázaros
infraalimentados...
¡Ojalá que todos, especialmente los que en el primer mundo banqueteamos a diario
sin faltarnos lo necesario, nos hagamos prójimos, próximos, cercanos de los lazaros
masivos del mundo, liberándonos del subdesarrollo afectivo y de la peligrosidad
social de la codicia! ¡Ojalá que, desmontando el ídolo del tener codicioso y del
consumir insolidario, nos tenga y nos sostenga el hambre de Dios y de hermanos,
mereciendo ser testigos y beneficiarios de la multiplicación de hombres
misericordiosos, con las entrañas entrañables de Cristo cuyo amor paradójica y
misteriosamente sigue fidelísimo y eficaz en los afligidos, angustiados, perseguidos,
hambrientos, desnudos…, excitándonos e incitándonos con su Espíritu a hacernos
eficazmente presentes a las hambres radicales de los hombres , escasos o carentes
de hambre trascendental!
Juan Sánchez Trujillo