¿Un Cristo cobarde y en retirada?
Domingo 18 ordinario 011 A
Cristo acaba de regresar de Nazaret su pueblo, donde estaban las gentes que
más estimaba en su corazón porque entre ellos había crecido. Ahí precisamente
había fracasado rotundamente en su predicación, pues los suyos lo habían
rechazado por su humildad, por la sencillez de su cuna y porque no soportaron
que uno salido de sus propias filas pudiera destacar entre otras gentes fuera de
su pueblucho o de su villorrio. Ya no habría más palabras de Jesús. Con sus
parábolas había concluido lo que tenía que decirles. Además, se acababa de
enterar de la muerte de Juan Bautista, a manos del cruel Herodes, por lo que
decidió retirarse a un lugar solitario y tranquilo. ¿Fue miedo o cobardía lo que
hizo que se retirara? ¿Era prudencia meramente humana? ¿Era el deseo de
escapar el pellejo de una muerte que se anunciaba como probable? Ninguna de
esas cosas, a juzgar por lo que ocurrió a continuación. Ciertamente se
embarcó, a la vista de las gentes, pero como aún había quién confiaba en él,
las gentes fueron bordeando el lago de Galilea de manera que cuando él llegó
con los suyos ya mucha gente lo estaba esperando. No hubo descanso ni retiro
ese día. Cristo aprovechó para curar a aquellas gentes, porque se “compadeció”
de ellas viendo su pobreza, su desnudez y su desprotección. Si había sido
compadecido con sus palabras, ahora lo era más cuando podía extender sus
brazos para abrazar a toda aquella multitud. Y ocurrió algo que nadie
esperaba. Los apóstoles, mezclados entre la gente, se dieron cuenta que
aquella multitud se había venido a escuchar a Jesús con una mano adelante y
otra atrás y no tenían provisiones para llevar a su boca. Por eso le pidieron al
Maestro que los despidiera y pudieran regresar a sus casas buscando que
comer ese día. Jesús como siempre los sorprendió con su respuesta. No habría
que regresarles en ayunas, ellos mismos tendrían que preocuparse por darles
de comer. Eso les pareció una broma de mal gusto, pues estaban en
despoblado, no había nada que comprar y los ahorros de los apóstoles de
ninguna forma habían bastado para dar siguiera un mendrugo de pan a los
niños y a los ancianos.
Y fue entonces cuando se mostró la luz de Cristo sobre la situación. Él movió la
solidaridad, la verdadera compasión de los suyos y entonces se dieron cuenta
de que en su pobreza sólo tenían cinco peses y dos pescados. Eso fue suficiente
para Jesús que de una forma tremendamente sencilla pero asombrosamente
divina, hizo que aquella sencilla comida alcanzara para dar de comer a todos,
que se saciaron, guardaron en sus morrales e incluso quedaron muchos
canastos de sobras. Es necesario decir que al día siguiente las gentes volvieron
a buscar a Jesús queriendo ser alimentados como ese día y encontraron un
rotundo “no” en el Maestro que entonces les habló de otro alimento, con lo que
volvió a tener otro fracaso más notable que el primero. No quisieron creerle
cuando les anunció que les daría su propio Cuerpo y su Sangre como alimento.
Se le fueron. Hoy la Iglesia tiene que hacer lo mismo. No puede alimentar a las
multitudes. Ese no es su papel, pero sí está necesitada de mostrar la auténtica
solidaridad, motivando a los cristianos a mostrar con hechos, que ellos sí creen
que Cristo puede alimentarnos con su propio Cuerpo, hasta hacerse una sola
cosa con él, pero incitando e incluso retando a los cristianos para que se
solidaricen con los más maltratados por la vida, hasta desaparecer esa
vergüenza de nuestro mundo que distingue a los hombres entre los que tienen
hambre y raquitismo y desnutrición y avitaminosis y aquellos que tienen en
abundancia hasta llegar a la obesidad, el exceso de grasa y calorías, para
convertirnos en un pueblo fuerte, solidario, cercano al corazón de Cristo que se
prodiga repartiéndose y desgajándose en lo alto de la cruz, para mostrar la
solidaridad que debe de distinguir a los suyos en el desierto de este mundo
hasta la casa del Buen Padre Dios donde quiere vernos a todos, formando la
familia de los salvados por Jesús el Señor.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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