XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Camilo Maccise, OCD
1. El problema del hambre en el mundo es uno de los grandes desafíos de la
humanidad. Recursos no faltan para que todos podamos alimentarnos. El problema
es la mala administración de ellos y el deseo de ganar más. Para aumentar los
precios se tiran millones de toneladas de alimentos. En los países en vías de
desarrollo se aumenta su costo sin tener en cuenta las necesidades elementales de
la población y cuando se envían ayudas solidarias no se distribuyen sino que se
transforman en fuente de ganancia para quienes detentan el poder y se dejan
dominar por la corrupción. Millones de personas mueren diariamente o enferman
gravemente por falta de comida en un mundo que tiene los medios para acabar con
el flagelo del hambre.
2. El episodio de la multiplicación de los panes que nos narra el evangelio de hoy,
nos muestra el interés que tiene Jesús por todo lo humano y, al mismo tiempo, nos
señala el camino para resolver el problema del hambre en el mundo y otros
problemas que afligen a la humanidad. Él no quiere partir de la nada para enfrentar
los retos. Quiere nuestra colaboración; partir de nosotros, de lo poco o mucho que
tenemos. Nuestra reacción frente a la magnitud de los problemas es constatar lo
poco que podemos hacer. Los discípulos le dicen al Señor: "no tenemos más que
cinco panes y dos peces". Y Jesús realiza el milagro de la multiplicación a partir de
esa solidaridad que ofrece lo poco que tiene. Lo mismo experimentamos nosotros
frente a los grandes desafíos del mundo de hoy, y le decimos al Señor: es muy
poco lo que tengo, no soy capaz, no está en mis manos cambiar las cosas. Cristo
nos pide poner en sus manos lo poco que somos y tenemos y Él hará avanzar el
Reino en la historia con nuestra colaboración. Todos podemos hacer algo.
3. Este evangelio nos da una gran esperanza en nuestra capacidad de hacer el bien
con lo que somos y tenemos, porque es Cristo quien realiza las cosas a partir de
nuestra buena voluntad que pone a su disposición lo poco que poseemos; nuestros
pobres recursos, nuestra pobre generosidad, nuestros pocos panes y nuestros
pocos peces. Globalizar la solidaridad a partir de pequeños grupos multiplica las
posibilidades de resolver fraternamente los grandes problemas que afligen a la
humanidad. A la luz de este evangelio tomemos conciencia del problema del
hambre en el mundo; trabajemos para crear conciencia en la sociedad en la que
vivimos y en todos los países. Celebrar la eucaristía, pan de vida que nos une en la
fraternidad debería ser fuente de compromiso y de servicio que trabaja junto con
Cristo para que el pan material llegue a la mesa de todos como pedimos todas las
veces que recitamos el Padrenuestro: "danos hoy nuestro pan de cada día".
Camilo Maccise