EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Miércoles de la XVII Semana del Tiempo Ordinario
Libro del Exodo 34,29-35.
Cuando Moisés bajó de la montaña del Sinaí, trayendo en sus manos las dos tablas
del Testimonio, no sabía que su rostro se había vuelto radiante porque había
hablado con el Señor.
Al verlo, Aarón y todos los israelitas advirtieron que su rostro resplandecía, y
tuvieron miedo de acercarse a él.
Pero Moisés los llamó; entonces se acercaron Aarón y todos los jefes de la
comunidad, y él les habló.
Después se acercaron también todos los israelitas, y él les transmitió las órdenes
que el Señor le había dado en la montaña del Sinaí.
Cuando Moisés terminó de hablarles, se cubrió el rostro con un velo.
Y siempre que iba a presentarse delante del Señor para conversar con él, se
quitaba el velo hasta que salía de la Carpa. Al salir, comunicaba a los israelitas lo
que el Señor le había ordenado,
y los israelitas veían que su rostro estaba radiante. Después Moisés volvía a poner
el velo sobre su rostro, hasta que entraba de nuevo a conversar con el Señor.
Evangelio según San Mateo 13,44-46.
El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo
encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y
compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar
perlas finas;
y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctor de la Iglesia
Carta 145
Un tesoro escondido
La esposa [del Cantar] de los Cantares dice que, al no encontrar a su Amado
en el lecho, se levantó para buscarle por la ciudad, pero en vano; y que en cuanto
salió de la ciudad, encontró al que amaba su alma... (Ct 3,1-4). Jesús no quiere
que encontremos en el reposo su presencia adorable; él se esconde... ¡Y qué
melodía para mi corazón ese silencio de Jesús...! Él se hace pobre para que
nosotras podamos darle limosna, nos tiende la mano como un mendigo, para que
cuando aparezca en su gloria el día del juicio, pueda hacernos oír aquellas dulces
palabras: «Venid vosotros, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis
de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve
enfermo y en la cárcel y me socorristeis» (Mt 25, 34-36). El mismo Jesús que
pronunció estas palabras es quien busca nuestro amor, quien lo mendiga... Se
pone, por así decirlo, a nuestra merced. No quiere tomar nada sin que se lo
demos...
Jesús es un tesoro escondido, un bien inestimable que pocas almas saben
encontrar porque está escondido, y el mundo ama lo que brilla. ¡Ah!, si Jesús
quisiera mostrarse a todas las almas con sus dones inefables, ciertamente ni una
sola alma los desdeñaría. Pero él no quiere que le amemos por sus dones: él mismo
quiere ser nuestra recompensa.
Para encontrar una cosa escondida, hay que esconderse también uno mismo.
Nuestra vida ha de ser, pues, un misterio. Tenemos que parecernos a Jesús, al
Jesús cuyo rostro estaba escondido (Is 53,3)... Jesús te ama con un amor tan
grande, que, si lo vieras, caerías en un éxtasis de felicidad..., pero no lo ves y
sufres. Pronto Jesús "se levantará para salvar a todos los mansos y humildes de la
tierra".
“servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”