EN CAMINO
domingo 18 del tiempo ordinario, ciclo “A”.
- 1ra lect.: Is 55,1-3
- Sal 144, 8-9.15-18
- 2da lect.: Rom 8,35.37-39
- Evangelio: Mt 14,13-21
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
Compartir el pan
Nos encontramos hoy con un relato evangélico que comunica algo central en
el proyecto de Jesús. Está redactado en forma de milagro, un género literario muy
usado en la época. No todos los textos bíblicos están en los cuatro evangelistas;
algunos se encuentran únicamente en los sinópticos (Mt, Mc y Lc), otros sólo Juan,
algunos son propios de cada evangelista y unos pocos están en los cuatro evangelios,
entre ellos el relato de Mateo que hoy leemos. Marcos y Mateo lo narran además dos
veces cada uno; en total hay 6 narraciones de este mismo acontecimiento. Esto no
es casualidad.
Más que un momento puntual en la vida de Jesús, el presente relato abarca
toda su vida, su trabajo, el desarrollo de su ministerio público, su dimensión ético
social, lo que en filosofía latinoamericana se llama la praxis histórica.
Según el texto Jesús buscó un lugar desierto y apartado. A Juan el Bautista lo
habían asesinado y no había un buen ambiente para estar a la luz pública; en estos
momentos duros de persecución los seres humanos sentimos que los ánimos se
bajan y es preciso la reflexión y la oración, a fin de llenarnos de la fuerza y la
sabiduría de Dios para enfrentar la realidad. La gente, que veía en Jesús una luz de
esperanza para sus vidas, lo siguió caminando desde las ciudades. No lo siguieron en
carruajes o en caballos, ni siquiera en burro. ¡Se fueron caminando! Se trataba de
gente pobre, hambrienta y enferma, no se sabe qué tipo de enfermedad, pero
sabemos que la enfermedad representa las fuerzas que no nos permiten vivir en
libertad y desarrollarnos con nuestras plenas facultades humanas.
Y dice el texto que Jesús sintió compasión por ellos y los sanó. Todo el
actuar de Jesús fue movido por la compasión. A él le dolía el dolor humano, lo
sentía como propio, sufría con el que sufre. La compasión hizo que se moviera hacia
el que sufre para hacer algo por él. El dolor del otro fue el lugar de encuentro para
que él manifestara todo el amor del Padre y Madre Dios que rebosaba su corazón. Y
lo hizo por medio de actos concretos: salud para el enfermo, comida para el
hambriento. Pero no solamente eso, fue mucho más allá. No se quedó en el acto
mediático y muchas veces utilizado por los oportunistas de cualquier ángulo
religioso o político, para engañar al pueblo y ganar adeptos. Estos vendedores de
ilusiones convierten la necesidad, el dolor y la miseria del pueblo en el escenario
perfecto para el pantallazo y para presentarse como la solución a todos sus
problemas.
¡Una imagen vale más que mil palabras! Un pantallazo en tiempo de
elecciones vale más que mil razones. No es raro ver a nuestros gobernantes, sobre
todo cuando están en campaña, repartir personalmente y ¡claro!, ante las cámaras,
bonos de alimentación, becas para estudio de niños pobres, préstamos flexibles para
madres cabeza de hogar, dotación para las escuelitas públicas, y otros “regalos”, que
lo pudieran hacer los directos encargados de las diferentes dependencias. Así se
evitaría tanta aglomeración, confusión y el desplazamiento desde la capital. Pero el
impacto en imagen que produce un “Papá Noel” es muy grande, así la alegría dure
poco. La escena se repetirá cuando sea necesario otro golpe de opinión.
“Despide la multitud para que vayan a las aldeas y compren de comer” , dijeron sus
discípulos. Los curas a las sacristías, se le oyó decir hace unos años a un ilustre
ministro. A la Iglesia le corresponde lo espiritual y a la gente del mundo lo material
pues los sacerdotes son los médicos de las almas, dicen otros despistados. Es más
fácil y menos peligroso hablarles de las llamadas “verdades eternas”: el cielo, el
infierno y el purgatorio; de cómo tener unas almas limpias de todo pecado para
alcanzar el cielo, y de los dogmas “probados”, seguros e infalibles, que del día a día y
nuestro compromiso ético social con la construcción de la historia, donde, como
cualquier mortal, nos podemos equivocar y meter en problemas. Siempre va estar
esa tentación de los discípulos: “despide la multitud” , no nos metamos en eso porque
puede ser peligroso.
Además, siempre va a estar la tentación monetaria - mercantilista en una
sociedad que pretende alcanzarlo todo con dinero: “para que vayan a comprar”. Mucha
gente para dar respuesta a los problemas de pobreza, espera un benefactor que
ayude a comprar comida para la multitud hambrienta. Mucha gente anhela un estado
paternalista que reparta pan, es decir que cubra las necesidades básicas como por
arte de magia.
Ante la propuesta evasiva y monetario - mercantilista de los discípulos, Jesús
les propuso: “denles ustedes de comer” . Teniendo en cuenta todo el texto, no es una
propuesta asistencialista, es la invitación a dar respuesta a las necesidades reales. De
ninguna manera se propone tomar las dos espadas: el poder religioso y el poder
político, como se interpretó erradamente en los llamados imperios “sacros” durante
el oscurantismo medieval.
Como discípulos no podemos evadir las necesidades reales de la gente. Como
discípulos no se nos es lícito hacer caso omiso al clamor de los pobres. Como
discípulos y discípulas tenemos la responsabilidad ante Dios y ante la humanidad, de
generar alternativas para el mejoramiento de nuestra calidad de vida sin ningún “abra
cadabra”, pues en el mundo hay los recursos suficientes pero falta organizarnos.
Cinco panes y dos peces es lo que se necesita, siete es el lo perfecto. Y esa potencia,
esa cantidad de comida estaba dentro de la gente, pero no la habían descubierto,
porque no se habían organizado para trabajar juntos, porque se había acumulado
tacañamente o porque tenían miedo de ponerla al servicio de la comunidad.
¡No se trata de dar limosnas! Una moneda por amor a Dios, suelen decir los
mendigos para manipular las conciencias. Y al dar la moneda, el “benefactor” se
siente justificado, a veces sin darse cuenta de que ese acto de “caridad” ayuda
aumentar la mendicidad. Se trata de darlo todo, pero no sólo en términos
monetarios. Es la vida misma: nuestras manos, nuestra mente y nuestro espíritu;
nuestras cualidades, nuestros trabajos realizados como un apostolado para el Reino,
nuestras familias como células básicas para la construcción del nuevo mundo,
nuestro espacio para descansar, orar y compartir con los seres queridos, y en todo,
nuestra solidaridad para dar, no de lo que sobra, sino de lo que hace parte de nuestra
mesa.
¡Jesús mandó que la gente se recostara en la hierba! Así comían las personas
libres, según la tradición romana, porque los esclavos debían comer de pies. Cuando
todo lo que tenemos lo ponemos al servicio del Reino y desarrollamos libremente
proyectos de producción, bendecidos por Dios y compartidos solidariamente,
alcanza para todos y sobra. Doce canastos representa todo el pueblo, las doce tribus.
Si amamos con el mismo amor que nos amó Cristo y vivimos como él lo
hizo, seremos capaces de desarrollar proyectos para enfrentar las tribulaciones, las
angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada, etc., y salir
victoriosos, gracias a aquel que nos ha amado. (Rom 8,35.37-39 – 2da lect.)
Oración
Dios, Padre y Madre, te bendecimos porque por medio de Jesús nos
manifestaste todo el amor, toda la misericordia, toda la ternura y la firmeza para
darle plenitud a nuestra vida. Gracias por todos los dones, por todo el alimento
espiritual, por ese torrente de vida que cada día recibimos de ti.
Te pedimos que hagas despertar dentro de nosotros todo lo bueno, todo lo
bello, todo grande que has puesto en nuestros corazones, a fin de que, como Jesús,
actuemos siempre movidos por la compasión. Danos la capacidad para ver las
oportunidades que nos brinda el medio, para trabajar juntos, en comunidad, en
familia, con tu fuerza, con nuestras fuerzas, con tu gracia, con nuestra creatividad,
con alegría, con esperanza, en libertad, para colmar nuestras necesidades físicas,
afectivas, espirituales, culturales…
Tú conoces nuestras tribulaciones, nuestras angustias, nuestras limitaciones,
nuestra desnudez, nuestra fragilidad, los peligros, la espada… Hay realidades que
nos hacen sufrir… pero sabemos que con tu gracia vencemos, obtenemos amplia
victoria. Creemos firmemente en esa fuerza sutil y poderosa, la misma fuerza que
resucitó a Jesús de entre los muertos y que ahora nos impulsa a enfrentar las
situaciones de muerte y a dignificar nuestra vida. Amén.