EN CAMINO
19 domingo del tiempo ordinario ciclo “A”.
- 1ra lect.: 1Re 19,9a.11-13
- Sal 84, 9-14
- 2da lect.: Rom 9,1-5
- Evangelio: Mt 14,22-23
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
Iglesia en crisis
Empecemos diciendo que la primera clave de lectura para entender el evangelio
de hoy es la barca como signo de la Iglesia. Después de compartir solidariamente el
pan, Jesús apremió a sus discípulos a subir a la barca e ir hacia la otra orilla. Toda
empresa necesita una estructura que le de solidez y le ayude a hacer posible los
obejetivos y metas que se trace. Para darle continuidad y eficacia a la obra emprendida
por Jesús, apareció la Iglesia, sin la cual los signos salvíficos de Jesús se hubieran
quedado en historia.
Aunque históricamente Jesús no fundó la Iglesia, la comunidad primitiva vió la
necesidad de organizarse, e interpretando los signos de los tiempos, descubrió ahí la
voz de Jesús que decía: “suban a la barca ”, “vayan a la otra orilla” o sea formen Iglesia,
sigan adelante con la misión, “como mi Padre me envi yo también los envío” (Jn 20,21) , “Tu
eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi Iglesia” . (Mt 16,18).
Jesús no fundó la Iglesia, pero la Iglesia se fundó en Jesús. Los discípulos,
escuchando y obedeciendo la voz de su maestro, formaron Iglesia y se lanzaron hacia la
otra orilla. ¿Cuál es esa otra orilla? La meta, el Reino. Fue así como después de la
muerte y resurrección de Jesús llegó el tiempo de la Iglesia que, acompañada por el
Espíritu, debía continuar con la construcción de la justicia del Reino. Jesús siguió hacia
el monte, signo del lugar del encuentro con Dios, o sea que el Jesús de carne y hueso, lo
que llamanos, el Jesús histórico, ya no estaba con ellos. El Espíritu, manifestado en la
Iglesia continuó la “aventura”.
Pero, como es natural, la Iglesia empezó a tener dificultades. Por una parte, el
viento le era contrario, por otra, los conflictos internos y la falta de fe la desanimaban.
Si nuestra empresa es contruir el Reino de Dios con sus valores: justicia, fraternidad,
solidaridad, etc., vamos a tener vientos en contra. No es fácil construir justicia en un
mundo estructuralmente injusto dominado por el afán de poder, el deseo de aparecer y
un hambre insaciable de placer narcisista y egoísta como fin último de la vida.
No era fácil, perseverar en medio del viento contrario, de las olas amenazantes,
de la “horrible noche” y del miedo que inundaba los navegantes. La vida humana es
fragil. Cualquiera de nosotros hubiera tenido una actitud semejante. Pero la luz de la
madrugada mostró a Jesús por encima de las fuerzas adversas: “Yo he vencido al mundo”,
nos recuerda el evangelio de Juan (16,33). La persona de fe siempre encontrará que
después de la noche y aún en medio de la tormenta, viene un nuevo amanecer que le
permite ver a Jesús caminando sobre las aguas caudalosas.
Como estamos hablando, no del Jesús histórico, de carne y hueso, sino del Jesús
resucitado, cuya presencia no es evidente, los discípulos se asustaron porque pensaban
que era un fantasma. “Ánimo, soy yo, no tengan miedo” , les dijo. Uno de los problemas
internos de la Iglesia primitiva fue la introducción de algunos grupos con tendencia
gnóstica que veían a Jesús como un espíritu, un eon, casi como un fantasma. Este texto
quiere de paso decirle a la comundiad cristiana que no se deje engañar por los
gnósticos; que Jesús no es un fantasma, que es el Hijo de Dios, confesión que tenemos
al final del texto. “¡Verdaderamente eres el Hijo de Dios!” (Mt 14,33)
A Jesús resucitado no lo percibimos a primera vista y corremos el riesgo de
confundirlo. Muchas veces durante la historia del cristianismo se ha utilizado su
nombre para amenazar con la condenación eterna o con desgracias como castigo por el
pecado. Para infundir miedo y someter a los pueblos a los designios de los falsos
pastores del momento. Jesús nunca utilizó el miedo para llamar seguidores. Por el
contrario, les reclamó a sus discípulos y a todo el pueblo la falta de fe (Mt 8,10-12;
14,27) y los invitó a vencer el miedo.
Él no les dijo de no había problemas y que todo estaba bien. ¡No!, porque en ese
momento sí los había. Pero una vez reconocidos los problemas se necesitaba
enfrentarlos con una fe robusta y un compromiso firme por la causa del Reino. Como
les pasó a los discípulos de la primigenia comunidad a nosotros el miedo nos hace ver
más grandes los problemas y detiene nuestro anhelo de solucionarlos. Pero la presencia
viva de Jesús resucitado en nuestra barca (Iglesia) da fuerza y valor a nuestra fragiliad
humana y nos capacida para vencer el miedo y para dar solución a cada realidad
adversa.
Toda organziación necesita líderes, la Igleisa no es la excepción. Pedro, en las
Iglesias primitivas, fue una figura representativa, un lider destacado, pero no por esto
perfecto e infalible. Muchas veces se equivocó y otras veces su liderazgo estuvo
dominado por el miedo. Aunque desafió situaciones adversas, fue incapaz de sostenerse
sin la ayuda de Jesús. Como miembros de Iglesia debemos tener sumo cuidado, sobre
todo si desempeñamos algún tipo de liderezgo, pues en momentos de crisis corremos el
riesgo de dejarnos inundar por el miedo, y en el extremo por la paranoia. Entonces
atacaremos a las personas pensando que nos va a atacar, porque el miedo hace ver
fantasmas hasta donde está la presencia del resucitado que trae una buena noticia.
Así como Pedro, todos los discípulos y discípulas necesitamos gritar: “Seor
sálvanos”, con la seguiridad de que Jesús extenderá su mano para levantarnos y alejar
todo tipo de temor. Entonces, entenderemos que sólo la fe serena en el Señor nos dará
las fuerzas para permanecer sobre las aguas caudalosas, los vientos adversos y nuestros
propios temores e inseguridades.
La perspectiva eclesial no la podemos perder. En medio de las adversidades en
nuestras Iglesias, en medio de los problemas externos o internos y en medio de nuestras
diferencias, tenemos que buscar la unidad. No porque tengamos diferencias con el
“Pedro de turno” vamos a formar “rancho aparte”. Por el contrario, subidos en la
barca, unidos como Iglesia, es preciso buscar lo fundamental y confesar de palabra y de
obra que realmente Jesús es el Hijo de Dios. (Mt 14,33). Que unidos como Iglesia
superemos toda adversidad que nos amenaza, alejemos los fantasmas que embotan
nuestra mente y descubramos cada día la presencia de Jesús resucitado presente en el
amanecer de nuestra historia.
Oración
Oh Dios, Padre y Madre común, gracias por nuestra comunidad eclesial en la
que hemos vivido, crecido y aprendido. Gracias por esta barca en la cual navegamos
hacia la otra orilla en medio de paisajes bellos, momentos de solaz y alegría, así como en
medio de tormentas y vientos contrarios. Te pedimos perdón por las veces que nos
hemos dejado inundar por el miedo, por las rencillas internas, los intereses egoístas, la
falta de fe, de amor, de entrega, de generosidad.
Señor Jesús ayúdanos a descubrir tu presencia viva en medio de cualquier
circunstancia. Que nuestra fe y nuestra esperanza sean más grandes que todos los
problemas juntos y el miedo que nos invade. Que tu amor misericordioso nos una
como familia y comunidad, nos ayude a superar las diferencias, a tolerarnos y a buscar
juntos la justicia del Reino en medio de nuestra barca.
Que tu Espíritu inunde con su gracia nuestra barca: comunidad, familia,
iglesia… tenemos la certeza de que ningún viento nos destruirá porque vas con
nosotros. Contigo vencemos todas las adversidades, los obstáculos, los miedos… todo.
Contamos contigo… cuenta con nosotros, con nuestras leves fuerzas, con nuestra
disponibilidad para continuar navegando… Amén.