EN CAMINO
Domingo 21 del tiempo ordinario, ciclo “A”.
- 1ra lect.: Is 22,19-23
- Sal 137,1-3.6.8bc
- 2da lect.: Rom 11,33-36
- Evangelio: Mt 16,13-20
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
El profeta Isaías
Isaías a diferencia de muchos profetas, no fue de familia pobre; nació y
creció en una familia “noble”, hizo parte de la cohorte y del palacio real, donde tuvo
la oportunidad de participar en reuniones y banquetes oficiales. ¿Qué le pasó a
Isaías? Comprendió, como dijo A. Camus: “ que en este mundo hay plagas y víctimas y que
hay que negarse tanto como le sea a uno posible, estar del lado de las plagas… que uno no puede
ponerse del lado de los que hacen la historia sino al servicio de los que la padecen” (La Peste).
Eso fue lo que hizo, y por eso se convirtió en un problema para los “servidores
públicos”, porque les recriminó la ostentación en la que vivían mientras el pueblo
pasaba necesidades. Por esto el rey Ajaz lo expulsó del Palacio.
El oráculo de Isaías que hoy compartimos posiblemente pertenezca al tiempo
de la primera deportación a manos de los babilonios ocurrida en el año 497 a.C.
Recordemos que en esa primera deportación fueron exiliados los miembros más
prestantes de la sociedad y llevados a las ciudades y campos de la antigua
Mesopotamia. La silla del rey en ese momento estaba vacía, razón por la cual Sobná
estaba a cargo de la administración.
Sobná tenía las llaves, pero no era el Rey. Sin embargo en ausencia del rey
ostentó la banda real y supo utilizar muy bien el puesto para sus mezquinos
intereses. Isaías que conocía muy bien estas “joyitas reales”, denunció sus
arbitrariedades, la corrupción existente en las instituciones monárquicas y la
decadencia en la que había caído la cohorte.
Para Isaías es claro que tarde o temprano terminará todo poder sostenido a
base de explotación y miseria para la gente a quienes les violan sus derechos. Su
puesto lo ocupará una persona capaz de servir. SOS: ¿Dónde está ese servidor?
Necesitamos convertirnos en servidores y saber elegir a nuestros líderes para que
esto no se quede en un sueño quimérico.
Jesús el Cristo
En continuidad con el evangelio de hace 15 días, este texto fue elaborado a la
luz del Acontecimiento Pascual. Es decir, digámoslo claramente, este texto no es
histórico: ni Pedro proclamó en presencia del Jesús histórico que era el Mesías, ni el
Jesús histórico fundó la Iglesia y muchos menos nombró a Pedro como monarca de
una nueva dinastía. ¿Entonces todo esto es mentira? No ¡de ninguna manera! Es
cierto, pero no como muchas veces se ha interpretado pues el texto manifiesta la
experiencia de fe de las comunidades primitivas. Así como Jesús descubrió poco a
poco su ser y qué hacer, también sus amigos y amigas, discípulos y discípulas, en la
experiencia comunitaria, fueron descubriendo quién era Jesús.
El relato fue elaborado por las comunidades cristianas para manifestar su fe
en Jesús el Cristo (Mesías). Para confesar que la Iglesia estaba inspirada en Jesús y
fundada sobre Él, la piedra despreciada por los arquitectos, convertida en piedra
angular. Y que el liderazgo eclesial debía estar íntimamente unido a la confesión de
fe en Jesús y la disponibilidad para continuar su proyecto salvador.
Esta palabra no puede ser utilizada para legitimar estructuras y regímenes de
poder de cualquier tipo: civil, religioso, etc. Es contrario al espíritu del Evangelio
utilizarlo para legitimar el monopolio del poder. Lo que vemos es una iluminación
para encontrar el sentido de la autoridad, según la propuesta del Evangelio.
Cuando niños, y aún se hace así en algunas partes, nos enseñaron que Jesús
era la segunda persona de la Santísima Trinidad, que participaba de la misma
naturaleza de Dios, que se encarnó por obra del Espíritu Santo… en fin, y nos
aprendimos de memoria y nos “creímos” todo el credo sin saber qué significaba.
¡Yo no digo que lo anterior sea mentira, ni más faltaba…!
El conocimiento de Jesús con sus amigos y amigas fue inductivo. De pronto,
un día apareció por Cafarnaum, camino a la escuela del Bautista, un muchacho de
rostro moreno, tostado por el sol, cabello largo y barba rala, que contaba cuentos, se
reía y tomaba vino en la taberna como todos. No era nada del otro mundo, era un
campesino artesano de Nazareth que calzaba sus sandalias cosidas por varias partes
y sus ropas remendadas; pero sintieron que era agradable estar con él: sus palabras,
su amistad, su compañía les hacía experimentar algo diferente; despertaba en ellos la
esperanza, la alegría y la dignidad pisoteada por la cruda realidad.
Con él descubrieron que los zarrapastrosos pescadores trabajadores de
Zebedeo, olorosos a pescado, que Mateo el perro publicano cobrador de impuestos,
así como las putas que todos despreciaban y señalaban, auque con frecuencia
utilizaran sus “servicios”, todos y todas, hombres y mujeres, eran personas hijas de
Dios, con las que valía la pena “perder” el tiempo: contarles un cuento, escuchar los
suyos, compartir una sopa de pescado, participar en una boda, tomar parte en sus
fiestas y trabajar juntos. Así que se hicieron amigos, buscaron otros que no le hacían
juego a la indiferencia homicida, roedora de conciencias y se metieron en “la locura”
de construir el Reino de Dios.
Descubrieron en él un hombre que denunciaba enfrentándose a la plaga que
tenía el poder en sus manos y anunciaba el Reino para todos, continuando así el
ministerio de Isaías y todo el movimiento profético de Israel. La gente descubrió en
él un profeta y era cierto, pero les faltaba algo más. No sabemos con certeza si
cuando lo asesinaron había comprendido con claridad su misión mesiánica o
sencillamente murió como profeta (sobre esto los especialistas no se han puesto de
acuerdo). Sabemos que sus discípulos se entusiasmaron con él pero cuando lo
mataron vieron sumergidas todas sus esperanzas.
Fue la Pascua (Resurrección) la que les hizo experimentar, como dice Pablo
(Rom 11,33-36 – 2da let.) el abismo de generosidad, sabiduría y conocimiento de
Dios, sus insondables decisiones e irrastreables caminos. La Pascua les dio a conocer
que ese hombre sencillo, amigo de todos, defensor de la vida, luchador por el Reino,
vencido por el poder corrupto, pero resucitado por Dios, era el Mesías (El Cristo).
La Pascua les hizo comprender que no era el Mesías que esperaban: triunfalista,
nacionalista y prepotente, sino una persona al servicio de las más profundas y
universales causas humanas. La Pascua les hizo comprender que, así como lo hizo el
Señor y Mesías, los discípulos y discípulas debían continuar la construcción del
Reino con la convicción de que ni el poder del infierno impediría que algún día
podamos ver una humanidad nueva, regida por valores distintos.
La Pascua les hizo comprender que los líderes en la Iglesia (Pedro), sólo
pueden tener las llaves del Reino después de confesar a Jesús como Mesías y
ponerse al servicio de la comunidad como él lo hizo. Así que el día que sean
investidos hay que darles no tanto un anillo de oro fino con incrustaciones de
esmeraldas para ostentar, ni un gran sillón desde dónde dar órdenes, sino una toalla
y una jofaina para lavar los pies a sus hermanos.
Oración
Señor Jesús, te damos gracias por tu testimonio de amor, de entrega, de
generosidad. Por haberlo entregado todo al servicio de una nueva humanidad. Te
reconocemos como el Mesías, el salvador, el camino, la verdad y la vida.
Reconocemos que muchas veces tenemos imágenes equivocadas de ti.
Cuántos libros, cuántas canciones, cuántas películas, a veces hasta muy piadosas o
muy taquilleras, desdibujan el auténtico Jesús que nos revela el amor del Padre.
Te pedimos que la gracia de tu Espíritu nos ayude a descubrir quién eres y
cómo puedes actuar y salvar nuestra existencia. Te pedimos que nos des la gracia de
reconocerte presente en cada momento de nuestra vida. Que la gracia de tu Espíritu
nos ayude a experimentar el abismo de generosidad, sabiduría y providencia del
Padre y Madre Dios.
Te entregamos a quienes ejercen autoridad en las comunidades, en los
grupos, en las familias, en los pueblos, en la Iglesia. Que la gracia de tu Espíritu los
ilumine especialmente para que sean coherentes con ese hermoso ministerio del
liderazgo, del pastoreo. Para que sepan aprovechar la autoridad para hacer crecer,
para cuidar, para acompañar, nunca para manipular, para maltratar, para
enriquecerse… Dales la sabiduría para que sepan cerrar y abrir la puerta cuando es
propio, siempre para cuidar y hacer crecer la comunidad.
Confiamos en tus manos nuestras familias y comunidades, nuestros
proyectos personales y colectivos. Confiamos en ti, en tu compañía, en la fuerza de
Espíritu… Amén.